martes, 27 de junio de 2017

La República feminista. Tarea prioritaria del PCE

Artículo de Miguel A. Bustamante. Tercera Información
A pesar de que el título de este artículo parezca una evidencia, abordar la lucha feminista sigue siendo todavía una cuestión pendiente y a desarrollar por la militancia de nuestro partido. Y aunque esto no signifique necesariamente que todos tengamos que estar volcados en esa tarea, si que es absolutamente necesario que haya una posición política clara en lo referente al feminismo. Y es que en la postura feminista del partido -como en tantas otras cuestiones-, se reabren continuamente debates cerrados congreso tras congreso, además de que las camaradas se encuentran en situación de doble tarea militante, porque el partido desgraciadamente no es capaz de integrar teoría y práctica en una organización donde, como en todas, conviven mujeres y hombres. No obstante, considero que la lucha feminista no es exclusiva de las mujeres. Sería deseable la participación de más hombres en este frente.
Podría ser fácil achacar todos estos males a un mero problema de dirección política, pero lo cierto es que el asunto es algo más complejo. Ha habido en el movimiento socialista revolucionario grandes teóricas, que aunque no se denominara feminista, jugaron un gran papel en el movimiento de liberación de las mujeres como Alexandra Kollontai, Rosa Luxemburgo, Flora Tristán, Silvia Pankhurst... Sin obviar el hilo el de la historia que conecta las luchas por la liberación femenina, podemos considerar que el feminismo moderno es un movimiento de liberación derivado de los movimientos de los años sesenta, con características propias y distintas teorías que se contraponen y complementan. Cada una de ellas tiene su propia visión de la realidad, y por eso no podemos caer en las redes de aquellas propuestas que no apuestan por la emancipación total de la mujer, y que se limitan a ejercer presión en un ámbito de derechos civiles, que si bien es necesario, puede acabar estabilizando al sistema dotándolo de mecanismos de “maquillaje”.

Aunque ciertamente es muy positivo que el PCE haya hecho suyos muchos de los elementos de la lucha feminista, la realidad es que también hemos ido perdiendo progresivamente la visión de un análisis propio como comunistas de cómo la división sexual del trabajo ha ido cambiando adaptándose a las necesidades del capitalismo en cada una de sus fases. Está bien que se debata, se analice, se reflexione sobre el tema y sobre temas concretos: la prostitución, la maternidad subrogada,la violencia machista, la desigualdad salarial,… Son todos elementos que perpetúan el patriarcado. Sin embargo, urge tener una visión de conjunto desde una perspectiva de clase, para que podamos desarrollar nuestro trabajo en el frente feminista con garantías. El proceso constituyente, además de garantizar el Pan, trabajo y techo, debe contener los elementos de superación del patriarcado.

Así en cualquier curso de formación feminista “formal”, la ponencia acierta generalmente al explicar que el patriarcado es uno de los métodos de dominación más antiguos que existen en la humanidad. Y aunque efectivamente es así, no suele analizarse que el patriarcado ha sido un sistema creado para proteger y mantener la acumulación de excedente, por lo que en sistemas anteriores al capitalismo era sólo aplicado a aquellas que estaban vinculadas al excedente, o sea, a quien tenía algo que acumular, no siendo aplicable a todas las mujeres.

Con el inicio y posterior desarrollo del capitalismo, el patriarcado tornó el papel de garante de acumulador a través del varón, reinventando un sistema de dominación que garantizó al capitalismo la reproducción de la mano de obra, y haciendo así que el patriarcado incumbiese a todas las mujeres. Unas a través de la ley y otras a través de la superestructura, las mujeres pasaron a formar parte imprescindible del sistema de explotación, que teniendo como herramienta al patriarcado, se encarga por un lado de garantizar la aplicación de la “ley de bronce del salario”, y por otro de la obtención de plusvalía indirecta extraída de todos aquellos trabajos de los que el estado no se ocupa para la producción y manutención de la fuerza de trabajo. La propia palabra proletariado (que significa muchos hijos) sirve para definir a una clase, y supone de facto que es éste el elemento específico que distingue un sistema de producción de otro.

En esta fase del capitalismo en la que la ilusión socialdemócrata se ha evaporado, las mujeres tienen que volver a asumir el papel que el Estado ya no cumple. La “vuelta al hogar” forzosa, ha desatado el falso debate de separar los términos de reproducción y cuidados, cuando en realidad ambos conceptos en la división sexual del trabajo son complementarios, resolviéndolo en lo que se ha venido a denominar “segmentación”, que parcializa los efectos del patriarcado en los distintos “segmentos sociales” desde la óptica de una aplicación vertical.

A falta de una ubicación correcta entre contradicciones principales y secundarias, difícilmente se podrán extraer conclusiones prácticas que sirvan para construir herramientas de intervención útiles. Pero la realidad ahoga. El universo de mujeres que sufren la violencia machista desde todos sus prismas es muy grande, y sirve muy poco definir constantemente la composición del agua mientras ellas se están ahogando. La intervención, aunque efectivamente debe partir de un análisis, este deber holístico, dentro de un contexto y cuyas conclusiones prácticas abarquen a la vez todos los aspectos y nos permitan transcender aquellos espacios segregados cuyos debates ignoran en la práctica, qué herramientas de lucha son necesarias en este momento.

La apuesta por la ruptura democrática y el proceso de unidad popular es más que necesaria. La unidad popular es el reflejo de la acumulación de fuerzas para cambiar el sistema a partir de la movilización. El pasado 8 de marzo miles de personas salimos a la calle en defensa del derecho de las mujeres a condiciones de vida digna. La revolución será feminista o no será. Un abrazo comunista y feminista.

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