Comenzamos
abordando dos cuestiones previas que en estos días han estado siendo debatidas
en las reuniones de nuestras agrupaciones y que han generado bastante
inquietud. Es preciso aclarar que ambas han sido abordadas en la última sesión
del Comité Federal del PCE y que, por tanto, están ya resueltas de entrada.
de fuerzas parlamentarias, como resultado de las Elecciones Generales del 20-D. Sobre este punto es conveniente destacar que IU-UP no ha recibido ninguna oferta en este sentido, sino que la misma viene del que se configura como fuerza principal de sustento del PSOE para alcanzar la Presidencia del Gobierno, esto es PODEMOS.
A
partir del análisis de coyuntura que más adelante abordaremos, desde el Partido
Comunista entendemos que ante la posibilidad (o hipótesis) de poder desalojar
al PP del Gobierno, los diputados de IU-UP sólo pueden dar el voto de
investidura a quien se presente como candidato alternativo, e inmediatamente
pasar a la oposición. El voto de investidura se otorgaría a partir de que se
asumen unos presupuestos políticos básicos que respondan a las emergencias
sociales de la población del país, y que aparecen recogidas en el acuerdo
alcanzado por la Presidencia Federal de IU celebrada el 28 de enero y resumidas
en el informe de coyuntura aprobado por el Comité Federal del PCE, celebrado el
30 de enero. Estos compromisos mínimos y urgentes requieren que desde nuestro
papel en la oposición sigamos defendiendo el programa de ruptura democrática
con el que concurrimos a las elecciones y que responde a la crisis social,
atacando a la raíz del problema, el sistema capitalista en nuestro país.
En
cualquier caso, el acuerdo que se alcanzara debería ser consultado a la
militancia en su correspondiente referéndum interno, en el que los comunistas
defenderíamos esta posición: negociación política de mínimos de emergencia a
cambio del voto de investidura y paso a la oposición parlamentaria. Cualquier
otra fórmula que se pretendiera explorar, aparte de quimérica, sólo nos
llevaría a volver a padecer las fortísimas contradicciones internas a la que
nos abocó el acuerdo de gobierno en Andalucía y que nos colocó frente a una
contradicción insalvable: atacar al bipartidismo, sustentador del sistema,
mientras que se apoya a una de sus patas… La experiencia ya ha sido sancionada
por la práctica y no debemos olvidarla.
En
otro orden de cosas, se ha cruzado en el debate la llamada a articular una posición
común sobre la construcción europea en torno al llamado “Plan B de Varoufakis”.
Este llamamiento incluye la constitución de una fuerza política que lo sustente
y que coincide con las fronteras ideológicas y políticas de una buena parte de
los integrantes del PIE, y por otro lado, con alguna de las fuerzas emergentes
surgidas en el Sur de Europa. Se ha despertado cierto desconcierto al aparecer
entre los firmantes de esa iniciativa algunos camaradas relevantes de nuestra
Organización. A este respecto queremos señalar que las tesis aprobadas por
nuestro Congreso, así como las recientes resoluciones y propuestas políticas
que hemos ido desarrollando en este Comité Provincial, que tendrán su
continuidad en el debate colectivo que hoy arrancamos, establecen con nitidez
que para los pueblos de Europa no existirá posibilidad de emancipación sin la
ruptura con la UE y la Europa del euro. Por tanto, nuestra posición es que
debemos defender la salida de la UE y del euro, frente a los que sigan
defendiendo que la UE es reformable. La experiencia griega muestra a las claras
que seguir pretendiendo la reforma de la UE desde dentro no es más que seguir
persiguiendo una entelequia.
Es
por lo anterior por lo que nuestra militancia debe tener claro que el llamado
“Plan B” no es nuestro plan, y que la formación política que pretende construir
no es la nuestra.
Despejadas estas dos cuestiones anteriores, pasamos a
exponer las conclusiones
mayoritarias de los debates que se han ido manteniendo
en las agrupaciones y comarcas, como mecanismo de reflexión colectiva ante los
acontecimientos vividos y especialmente una vez concluido el ciclo electoral
que hemos afrontado durante todo el año 2015. Tras las elecciones del 20-D nos
emplazamos a un debate en profundidad, que tenemos la oportunidad de volcar en
el proceso congresual abierto por el Comité Federal, por tanto, ninguna de las
reflexiones y propuestas de la militancia van a quedar desaprovechadas. Eso sí,
habrá que encauzarlas según las normas aprobadas, puesto que el pasado día 30
de enero se procedió a convocar el XX Congreso del PCE en dos fases. Es el
momento de que el conjunto de muestra militancia debata, apruebe y actúe en
consecuencia.
Resulta
urgente e inaplazable la toma de acuerdos que se deben producir en la primera
fase del Congreso. Pero debemos dotarnos de un marco de referencia y es el que
aquí sometemos a consideración.
Situación
socioeconómica y escenario político e institucional
Es
fundamental entender que la crisis social que soportamos (depauperación de las
condiciones de vida de la clase obrera y sectores asalariados, pérdida de
derechos sociales y políticos, desempleo masivo, incremento de la brecha social
entre hombres y mujeres, etc…) es sistémica y no coyuntural. Esto quiere decir
que el capitalismo no ha sufrido pérdidas: al contrario, los beneficios se han
multiplicado y el proceso de acumulación de capital se ha acelerado. Además,
cuando el sistema bancario entró en pérdidas a causa de sus experimentos
especulativos (entre otros la burbuja inmobiliaria) fue convenientemente
rescatado y saneado con dinero público.
La
crisis social se ve agudizada por las políticas monetarias y económicas
marcadas por la UE. Es conveniente resaltar que las políticas de austeridad y
recorte del gasto público impuestas por la UE son consustanciales a la misma.
No hay que olvidar que el germen de la actual estructura de integración
económica se sitúa en el acuerdo entre los monopolios del carbón y el acero.
Desde ahí todo el desarrollo posterior no ha hecho sino anclar los mecanismos
de acumulación capitalista y la conformación de una potencia imperialista que
somete en su interno, entre otras, a las economías periféricas del Sur de
Europa que asumen las políticas del centro como economías dependientes. El
entramado jurídico-político-institucional de la UE responde a esto. Por tanto,
la UE no es reformable… La alternativa de los pueblos de Europa pasa por
construir una nueva fórmula de integración social y económica desde su
soberanía, recorriendo el camino que en otras latitudes ya se inició.
Todo
lo anterior nos debe llevar a entender que las actuales condiciones de vida de
la clase obrera y los sectores populares no van a poder ser mejoradas por un
supuesto crecimiento económico. Éste es sinónimo de acumulación de capital y
para que se produzca, y como siempre, se hace a costa de la extracción de
plusvalía y la devaluación del salario. Las actuales condiciones de vida de la
clase obrera, lejos de mejorar, tenderán a empeorar y a perpetuarse.
El
empeoramiento vendrá de la mano de la necesidad de acometer la siguiente crisis
del capitalismo financiero, que se produce como consecuencia del estallido de
la burbuja especulativa sobre las materias primas. Las “pérdidas” del sistema
financiero volverán a ser enjuagadas desde el dinero público con más recortes a
aplicar sobre los ya previstos y aún no ejecutados. Más miseria y más
desprotección social.
En
España, hemos visto como ante la movilización popular en respuesta a las
políticas antisociales, el sistema político bipartidista y monárquico se ha
recompuesto. Este proceso de recomposición ha sido facilitado por el reflujo en
la movilización. Se ha tenido la habilidad de trocar la movilización en la
calle por las ilusiones electorales, pero desde las instituciones no van a venir
las respuestas a las demandas sociales. Esto puede abocar a una gran
frustración colectiva y la experiencia histórica nos enseña que detrás estará
esperando el fascismo.
Se
alude a que vivimos una “crisis de gobernabilidad”, puesto que en el Parlamento
actual no existen mayorías absolutas, pero no debemos olvidar que cualquiera de
las opciones de conformación de gobierno pasan por una de las dos fuerzas del
bipartidismo. El régimen político ha sido tocado, pero queda lejos de estar
hundido. También debemos tener en cuenta que si España no es independiente para
adoptar decisiones económicas autónomas por el sometimiento a las consignas de
la UE, tampoco lo es para adoptar decisiones políticas soberanas. Por eso, de
una u otra manera, es más que probable que se arme una solución de gobierno que
se alinee con los postulados al servicio cómplice de las políticas vigentes del
Imperio.
Tampoco
debemos de perder de vista que en nuestro país se ha armado un auténtico estado
penal que tiene los mecanismos y recursos listos para asegurar la
gobernabilidad del proceso de restauración en cualquiera de los supuestos que
se pudieran dar.
La
propuesta comunista: la necesidad de articular la revolución democrática
Ante
una crisis, que no lo es para el beneficio del capital, sólo cabe alzarse desde
una posición de clase que confronte desde planteamientos que son, por
definición, antagónicos. La emancipación del proletariado (que algunos tratan
hora de llamar precariado en un error de aplicación de categorías) necesita de
la expresión política de la necesidad de superación del capitalismo.
La
abolición de la propiedad privada de los medios de producción se torna como la
única vía para poder someter la economía a los intereses de la mayoría social.
La nacionalización de los sectores estratégicos de la economía es la única
forma de manera inmediata de satisfacer las necesidades más básicas de aquellos
a los que se les niega lo más básico por mor de los intereses de la
especulación y la acumulación capitalista.
Para
alcanzar este objetivo se requiere conquistar el poder político y esto requiere
volver a plantear y ganar la lucha ideológica. El combate ideológico debe ser
apuntalado desde el reconocimiento de la clase. Si vivimos unos momentos de
baja conciencia de clase deberíamos preguntarnos si nos hemos dedicado a
extenderla, o si por el contrario hemos colaborado con la situación.
El
sistema ganó cuando supo instalar en el imaginario colectivo el concepto de
“clase media”. Hoy, el espejismo desaparece, pero se empieza a colar otro no
menos peligroso como es el de “ciudadanía”. Uno en el pasado, y otro en el
presente, no buscan sino evitar el reconocimiento del hecho material de
pertenencia a la clase de los explotados para evitar la organización política
de la misma. Por eso es fundamental que nuestra propuesta política
revolucionaria actúe de forma pedagógica, porque sin extensión de la conciencia
de clase no habrá conquista del poder político.
En
este sentido es básico huir de postulados que abunden en los significantes
vacíos al igual que insistir en la formación de nuestra militancia en el manejo
de un análisis de la realidad basado en las leyes y categorías del materialismo
dialéctico y el materialismo histórico. La izquierda marxista no se construye
sobre el recuerdo de nuestro glorioso pasado, sino sobre el futuro que pueda
conquistarse sobre nuestros objetivos revolucionarios socialistas.
Huir
de significantes vacíos significa explicar con claridad que nuestra propuesta
política quiere conquistar la democracia plena, y no habrá democracia política
sin democracia social. No habrá democracia social sin la salida de la UE y del
euro, de la OTAN, y del Pacto del 78.
Nuestra
propuesta se sitúa en la ruptura, enmarcada en un proceso de revolución
democrática, que es una revolución contra la dictadura del capital. La
revolución democrática necesita impulsar un proceso constituyente que tenga por
objetivo las bases de una República Democrática de los Trabajadores. Los
comunistas no renunciamos a nuestro objetivo de alcanzar el Socialismo, pero es
claro que no podemos abandonar la lucha de la revolución democrática para poder
seguir empujando el proceso histórico hacía nuestro objetivo final.
Desentendernos de la lucha contra la autocracia capitalista nos alejaría del
proceso de acumulación de fuerzas y de las aspiraciones más inmediatas de
inmensas capas sociales.
Construcción
de la Unidad Popular desde la movilización social
Las
demandas de la clase trabajadora no van a ser resueltas de la mano de las
instituciones del Régimen del 78, por lo que es imprescindible la ruptura con
el mismo. Para esa ruptura se necesita articular la movilización y la respuesta
social desde estrategias unitarias y de clase. A este proceso político es a lo
que llamamos Unidad Popular.
La
Unidad Popular debe ser construida desde la unión de la clase obrera y los
sectores populares y asalariados, en torno a sus organizaciones referentes.
Pero ésta no se dará en el vacío, ni en la mera declaración de intenciones,
porque el proceso de acumulación de fuerzas se construye en la movilización.
Ésta engendra las bases de creación de espacios de poder popular y educa políticamente
a las masas en una relación dialéctica entre teoría y praxis.
Las plataformas unitarias y transversales de movilización,
que hoy representan las Marchas de la Dignidad de manera especial, son los
instrumentos desde donde alcanzar alianzas sociales que permitan construir
acuerdos programáticos y políticos. En la movilización sostenida sobre
reivindicaciones básicas contra el empobrecimiento constante de la clase
encontraremos el anclaje para tejer un programa político de transformación
social y acordar el discurso político que pueda ser exportado a otros
escenarios (entre ellos el electoral y el institucional, que no son sino otros
frentes de lucha).
Pan,
Trabajo, Techo, Dignidad… y República hacen una llamada directa a los que
sufren las condiciones de sobreexplotación del sistema, apelando a la realidad
material de la clase. Pero además permiten explicar que no es posible la
resolución de estos graves problemas en el actual marco económico y político.
La ruptura que propugnamos se entiende perfectamente en esos marcos unitarios
de acción, mientras que en determinados círculos políticos, o no se distingue de
la reforma, o se sustituye de manera deliberada.
No
existe proceso constituyente que no se haya armado previamente en torno a
espacios sociales y políticos de poder popular. La confrontación que busca la
superación política del sistema debe darse desde espacios reales de disputa del
poder político. Ésto se muestra incompatible con acuerdos superestructurales
por más regeneracionistas que se nos quieran presentar, valgan como ejemplo las
plataformas ciudadanistas.
Nuestra
propuesta de construcción de Unidad Popular parte del encuentro en la lucha
social, para desde ahí abordar la lucha política. Lo contrario volvería a crear
ilusiones y espejismos que quedaría a la espera de la llegada del mesías de
turno.
Modelo
de Partido para articular la respuesta social y política
Necesitamos
un modelo de Partido que responda a los requerimientos de la nueva fase que
definimos como la de la revolución democrática. En este proceso la clase
necesita ser representada directamente y sin intermediarios. Para poder construir
junto con otros muchos la Unidad Popular desde la movilización y el trabajo
político, tenemos que poder ser interlocutores directos del conflicto social y
en el seno del mismo. La lucha de clases en su expresión social, política e
ideológica necesita de sus referentes plenamente identificados. Y eso no es
posible hacerlo desde la clandestinidad autoimpuesta que hemos vivido hasta
ahora.
De
manera autocrítica tenemos que reconocer que el PCE necesita reformular sus
planteamientos políticos, organizativos e ideológicos. Hemos perdido la
orientación revolucionaria en pos de una estrategia estrictamente electoral, y
la acción política se ha ido reduciendo a lo meramente institucional, al tiempo
que se ha perdido la orientación revolucionaria y de clase.
Además
el PCE está diluido en un modelo de IU que ha degenerado en un partido político
al uso, de carácter socialdemócrata. Desarrollar un modelo de Partido en las
condiciones de la revolución democrática y la estrategia de la Unidad Popular
es incompatible con el mantenimiento de la actual conformación de IU.
Necesitamos
recuperar la plena soberanía del Partido Comunista y el conjunto de sus
funciones en todos los niveles: ideológico, político (incluido lo electoral e
institucional) y organizativo (incluyendo lo económico). Además de realizar un
rearme ideológico desde nuestros planteamientos más genuinos desde la
recuperación del sentido de clase de nuestro Partido, huyendo de planteamientos
basados en una retórica revolucionaria y una praxis socialdemócrata o
directamente liquidadora. Huir del revisionismo (tanto de la realidad como de
nuestras teorías básicas), del tacticismo y del oportunismo en el análisis y el
discurso para entroncar con las propuestas coherentes con el método de análisis
marxista y sus presupuestos.
Actuar
en el marco del conflicto social requiere adecuar nuestras formas de
organización en la base, pero para ello es indispensable poder actuar de forma
autónoma. Hoy no es compatible la reconstrucción del Partido desde los
planteamientos que apuntamos con el sostenimiento de estructuras partidarias
paralelas que lastran y minan nuestros esfuerzos. Los espacios unitarios no
pueden ser sustitutivos de las organizaciones que los integran, y menos cuando
suponen un claro rebaje del contenido político e ideológico en la propuesta que
lanzan a la sociedad.
Fortalecer
el Partido Comunista para contribuir a la construcción de la Unidad Popular, en
el proceso de acumulación de fuerzas inherente a la Revolución Democrática…
Aquella que responde a la situación en las que ni los explotadores pueden
seguir oprimiendo como lo venían haciendo, ni los explotados pueden seguirlo
soportando.
Este es el momento del Partido Comunista, del referente
nítido de la clase obrera y de sus aspiraciones, abierto a todos los que se
reclaman del ideal emancipatorio de nuestra Clase.
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