Reproducimos el artículo de Alejandro Sánchez en Andalucía Información.
Aunque hoy en día nos cueste imaginarlo, hubo un tiempo en el que la
gente estuvo dispuesta a morir por la libertad. La cultura materialista
que se ha impuesto gracias al neoliberalismo nos ha hecho olvidar que
esto fue así. Pero es verdad. No fue un sueño. Y hace ochenta años,
cuando el mundo se estremecía viendo a España desangrarse bajo las
bombas, un grupo de voluntarios de más de cincuenta países decidió
acudir a luchar a una guerra que no le correspondía. Una guerra en un
país extraño que acabaría siendo como suyo, pero que tristemente acabó
cayendo ante unos militares golpistas apoyados por nazis alemanes,
fascistas italianos y mercenarios magrebíes.
Los 35.000 hombres y
mujeres que compusieron las Brigadas Internacionales supieron entender
bien el momento que les tocó vivir. Identificaron a la bestia
nazifascista que poco después clavaría sus garras en toda Europa
provocando la II Guerra Mundial. Para derrotarla, no dudaron en
enrolarse en una misión peligrosa de la que muchos no saldrían vivos.
Pero no lo hicieron por capricho, sino porque creían en unos ideales, y
no pidieron -ni recibieron- nada a cambio por su esfuerzo. Al acabar la
guerra española, muchos de estos brigadistas volvieron a sus países y
pasaron a engrosar las filas de la resistencia, y la de los ejércitos de
las potencias que se enfrentaron a los nazis para liberar el
continente. Al final vencieron, aunque España se perdió, y la mayoría
jamás volvió a pisar nuestro suelo en su vida.