«Estamos a las puertas de las
elecciones. Todas las masas trabajadoras y democráticas del país están en pie,
unidas, con el proletariado a la cabeza, para dar la batalla, derrotar a la
reacción y abrir amplio cauce al desarrollo ulterior de la revolución democrático-burguesa.
Nuestros enemigos, que son los enemigos del pueblo trabajador, también están en
pie de guerra, también se unen, pretendiendo alcanzar el triunfo en las urnas,
para hundir a nuestro país en la barbarie fascista.
La lucha está planteada con
absoluta claridad. Fascismo o antifascismo, revolución o contrarrevolución.
Libertad, justicia social y bienestar, es decir, amplio cauce para el
desarrollo del movimiento de las masas populares, aniquilamiento de los
opresores, o terror, barbarie, despotismo, salarios de 1,50, cárceles llenas de
trabajadores y fuerzas democráticas; en una palabra, estrangulamiento del
movimiento emancipador. Por eso, todo proletario, todo hombre honrado, amante
de la democracia y de la libertad, comprende la importancia histórica de la
lucha entablada, y al grito de ¡No pasarán! se dispone a luchar y a vencer.
“Destruiremos la revolución”,
dicen la CEDA y demás reaccionarios. La cosa es clara. Precipitar al pueblo
laborioso, más todavía, al hambre más espantosa y a la esclavitud. Pero no
será. Todos unidos, marchamos hoy y marcharemos mañana hacia la meta, para
cambiar la faz de nuestro país, destruyendo los privilegios de los
terratenientes, de la Iglesia, de los nobles. Conseguiremos la libertad para el
pueblo, tierra para los campesinos, libertad para Catalunya, Euskadi y Galicia;
bienestar para los trabajadores asalariados, jornadas de trabajo humanas,
etcétera. Desarrollaremos las fuerzas del trabajo y de la cultura, que la
reacción pretende ahogar desde el altar del oscurantismo jesuítico.