«Estamos a las puertas de las
elecciones. Todas las masas trabajadoras y democráticas del país están en pie,
unidas, con el proletariado a la cabeza, para dar la batalla, derrotar a la
reacción y abrir amplio cauce al desarrollo ulterior de la revolución democrático-burguesa.
Nuestros enemigos, que son los enemigos del pueblo trabajador, también están en
pie de guerra, también se unen, pretendiendo alcanzar el triunfo en las urnas,
para hundir a nuestro país en la barbarie fascista.
La lucha está planteada con
absoluta claridad. Fascismo o antifascismo, revolución o contrarrevolución.
Libertad, justicia social y bienestar, es decir, amplio cauce para el
desarrollo del movimiento de las masas populares, aniquilamiento de los
opresores, o terror, barbarie, despotismo, salarios de 1,50, cárceles llenas de
trabajadores y fuerzas democráticas; en una palabra, estrangulamiento del
movimiento emancipador. Por eso, todo proletario, todo hombre honrado, amante
de la democracia y de la libertad, comprende la importancia histórica de la
lucha entablada, y al grito de ¡No pasarán! se dispone a luchar y a vencer.
“Destruiremos la revolución”,
dicen la CEDA y demás reaccionarios. La cosa es clara. Precipitar al pueblo
laborioso, más todavía, al hambre más espantosa y a la esclavitud. Pero no
será. Todos unidos, marchamos hoy y marcharemos mañana hacia la meta, para
cambiar la faz de nuestro país, destruyendo los privilegios de los
terratenientes, de la Iglesia, de los nobles. Conseguiremos la libertad para el
pueblo, tierra para los campesinos, libertad para Catalunya, Euskadi y Galicia;
bienestar para los trabajadores asalariados, jornadas de trabajo humanas,
etcétera. Desarrollaremos las fuerzas del trabajo y de la cultura, que la
reacción pretende ahogar desde el altar del oscurantismo jesuítico.
Nuestra lucha, en España, no
tiene el menor parecido con las “elecciones de tipo normal” de países como
Inglaterra, Norteamérica, Suiza; etcétera. Aquí se ventila mucho más. La
movilización de las masas por nuestra parte, su llamamiento a las urnas bajo la
bandera del Bloque Popular, tiene más significación que el simple hecho de
designar a unos representantes en Cortes. Con los votos, va a decidirse esta
vez el futuro, la forma y el cauce por los que ha de marchar el movimiento ascendente
de los oprimidos.
La reacción llama a las urnas
para aplastar todo vestigio de libertad y de democracia, para destruir las
organizaciones del proletariado y de las fuerzas democráticas. No caben
términos medios. No cabe la abstención, como preconizan algunos jefes
anarquistas, cometiendo un error grave, ya que las elecciones son una de las
formas de la lucha por la revolución; con abstenerse, con aconsejar a los
obreros que no voten, tratando de quitarle importancia al hecho revolucionario
que representa esta lucha, no se hace sino favorecer los propósitos de la
reacción.
La lucha es dura, y todos
hemos de ponernos en pie para lograr el triunfo del Bloque Popular. Los
comunistas estamos orgullosos de haber propugnado y defendido el Bloque Popular, como una de las
condiciones necesarias para el triunfo frente al enemigo. La unidad antifascista realizada ha
levantado en todo el país una ola de entusiasmo que es prenda de victoria y
garantía de triunfo.
Todos los antifascistas están
en el Bloque Popular. Todas las organizaciones y las masas no organizadas
tienen sus ojos puestos en el Bloque Popular. Una obligación tenemos que
cumplir: asegurarnos de que el triunfo próximo, seguro, no se malogre. El medio
es que la unidad hecha no quede rota con las elecciones. La tarea a cumplir es
muy grande y la ejecución del programa
obliga a los antifascistas a permanecer unidos. Esto, por una parte. Por otra,
sería un grave error pensar que la reacción va a resignarse con su derrota y no
ha de hacer cuanto esté en sus manos
para arrebatar al pueblo sus conquistas. Hoy, amenazan ya con la guerra Civil. Contra ello están las
organizaciones del Bloque Popular, los obreros, los campesinos, las fuerzas
democráticas, dando entrada a los elementos no
organizados. La lucha no termina el día 16. Hay que cumplir el programa
y entrar a fondo para quitar a la
contrarrevolución su base material. Esta base material, asiento de privilegios
y de zánganos, plataforma de dominación de las masas campesinas, es utilizada
por la reacción para sus fines contrarrevolucionarios. La minaremos y cumpliremos dos fines: dar a los campesinos
trabajadores lo que es suyo, la tierra, y
arrebatar de manos de la reacción su más poderoso instrumento: la
posesión de la tierra.
Expropiar sin indemnización la
tierra de los terratenientes, de la Iglesia, entregarla a los campesinos pobres
y obreros agrícolas: he aquí el golpe más certero contra la reacción.
Hay que asegurar la completa
libertad de los pueblos catalán, vasco y gallego. Hay que disolver las
organizaciones monárquicas y fascistas. Las libertades democráticas de las
masas trabajadoras no pueden estar a merced de un golpe de las fuerzas
contrarrevolucionarias.
Hay que movilizar y poner en
acción a todos los obreros y campesinos, a los intelectuales, a los empleados,
funcionarios, etcétera. A los hombres y
a las mujeres. Hay que prestar a la mujer una atención especial. La Iglesia y
sus servidores no descansan para ganara
las mujeres a su causa. En esto, llevamos retraso.
Hay que ganar el tiempo
perdido, organizar rápidamente la distribución de literatura, reuniones y
creaciones de organizaciones femeninas.
Luchemos con fe por el
triunfo. ¡En pie por la libertad, por el bienestar, por el triunfo de la
revolución democrática y en marcha hacia el socialismo!»
José Díaz Ramos
Mundo Obrero, 3 de febrero de
1936
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