INFORME AL COMITÉ PROVINCIAL DE SEVILLA
PARTIDO COMUNISTA DE ANDALUCÍA
8 DE ABRIL DE 2017
(Aprobado por unanimidad)
Debemos comenzar este pleno del Comité
Provincial analizando lo realizado desde la última sesión de este
órgano, y en particular lo acordado en la última reunión de la Comisión
Ejecutiva Provincial. En dicha reunión aprobamos una resolución política
en la que, entre otras cuestiones, contenía lo siguiente:
“…partimos de seguir apostando por decantar la dialéctica entre reforma y ruptura democrática hacia ésta última, en un proceso de acumulación de fuerzas y de construcción de espacios de poder popular, como único mecanismo válido de superación de las contradicciones del sistema capitalista en su momento actual.
Esa línea estratégica de trabajo nos ha llevado desde la Dirección Provincial a fortalecer los espacios unitarios de movilización, lo que ha redundado en la aparición de espacios de lucha social nuevos, o en la consolidación de los existentes.
Y nos debemos alegrar del buen trabajo desarrollado por el conjunto de las organizaciones del Partido que han permitido una integración de realidades territoriales y sectoriales en defensa de la sanidad pública en una Marea Blanca que inundó las calles de Sevilla en su primera convocatoria en nuestra provincia. Sin el esfuerzo sostenido de los camaradas de la Sierra Sur, de Morón y de los que han mantenido la pelea por servicios dignos en los barrios y distritos de Sevilla, ésto no hubiera sido posible.
Y el tener una visión de conjunto en la estrategia de la movilización es lo que ha permitido conectar la Marea Blanca con las Marchas de la Dignidad. Para la primera es un aporte, para la segunda la forma de consolidar la línea de sumas de fuerzas. Al mismo tiempo, se siguen dando pasos en el desarrollo de la Marea Verde por la Escuela Pública, y se desarrolla en plena sintonía con las Marchas, que se está configurando con el espacio para la convergencia de las distintas luchas y reivindicaciones parciales y sectoriales, de cara a integrar un discurso unificado de carácter rupturista con el conjunto del régimen.
Todo ello nos va a situar ante dos escenarios de movilización muy importantes: el 28-F y la Huelga General de la Educación el 9 de marzo.
Y hemos de valorar muy positivamente la aparición de otro referente unitario como es el de los pensionistas y jubilados, también ahí nuestros camaradas están desarrollando un trabajo fundamental de vertebración.
[…]
Mientras que algunos negaban la posibilidad de desarrollar la movilización social, y otros se han empeñado en obstaculizarla, ésta se ha abierto paso y ha colocado en la marginalidad a los que se niegan a apostar por ella.”
Nuestra línea de trabajo era clara y nítida. A partir del trabajo que veníamos desarrollando realizábamos una apuesta arriesgada, pero imprescindible: hacer confluir todos los espacios de movilizaciones en una acción unitaria para la convocatoria del 28F. Y sucedió, las calles de Sevilla se vieron desbordadas por la mayor de las manifestaciones celebradas en los últimos años provocando una escena clarificadora: los congregados en el teatro de la Maestranza convocados por el Gobierno de la Junta, frente a las decenas de miles que se manifestaban en la calle convocados por las Marchas de la Dignidad y las Mareas. La Andalucía de la restauración, frente a la Andalucía que no se resigna y pelea contra el sistema impuesto.
No habría sido posible alcanzar ese resultado sin la dedicación y el esfuerzo de los y las camaradas dedicados a la coordinación y organización de los espacios unitarios, y las decenas de los y las camaradas implicados en las plataformas territoriales de las distintas Mareas (blanca, verde, naranja…). Queríamos alcanzar un hito y lo hicimos.Pero no fue un hecho aislado. En días posteriores pudimos ver cómo se desbordaban las movilizaciones convocadas en torno al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer trabajadora, y el 9 de marzo, Huelga General de la Educación.
Respecto al 8 de marzo, sólo cabe decir que la movilización demuestra su carácter necesario en un sector de la población fundamental y especialmente golpeado por las nuevas condiciones de explotación del imperialismo en su fase actual. El papel de la mujer en la construcción de cualquier proceso revolucionario es clave y las afectadas dan buena muestra de no resignarse. Hacemos nuestra la valoración que de esta movilización está haciendo el MDM y la apuesta de continuación del trabajo a partir de las experiencias obtenidas en esta jornada de lucha.
Y es que, a pesar de los intentos conscientes que durante lustros han intentado desvincular el 8 de marzo con la lucha obrera, y que una parte importante de las corrientes feministas surgidas de los años 60 han provocado una segregación de la lucha feminista con la lucha del conjunto de la clase obrera, a falta de una convocatoria alternativa que las represente, las mujeres de la clase obrera siguen considerando como suya las manifestaciones del 8 de marzo.
Han inventado el concepto de “género” como excusa para conquistar derechos civiles comunes a todas las mujeres con independencia de la clase social a la que se pertenezca, teorías que en la práctica son elementos interclasistas.
La particularidad de éste 8 de marzo, es que las mujeres que van a la manifestación no se sienten representadas por quienes dirigen los movimientos feministas, ni en Sevilla, ni en ningún sitio. Los movimientos feministas que convocan acciones y manifestaciones, hacen visible una realidad que existe, pero son incapaces de organizar, y desde luego dar la más mínima respuesta a las necesidades reales que tienen las mujeres, porque para ello el análisis y la práctica debe ser de conjunto y eso entra en contradicción con la propia existencia de muchas de esas teorías que aunque renovadas desde lo académico muchas de ellas, siguen cumpliendo su función interclasista.
Es desde ésta perspectiva y no otra, desde la que debe considerarse lo extraordinariamente complejo de la construcción y puesta en funcionamiento del MDM, pues en lo externo se encontrará con la doble tarea de organizar y dar respuesta a las necesidades reales de las mujeres por un lado, y la de desmontar el discurso interclasista por otro.
Respecto al 9 de marzo sólo cabe decir que el movimiento general en defensa de la escuela pública se fortalece, y no sólo por su capacidad de articularse, sino por lo profundos debates vividos en los previos de la convocatoria y el mismo día. El debate, ganado por clara hegemonía, entre los defensores sin excusas de la necesidad de un sistema público de educación general y los que se sitúan de perfil consintiendo la labor de zapa y mina que se da por los que no condenan la financiación pública del sistema concertado, ha colocado a cada cual en su sitio. El trabajo de los camaradas en este frente de lucha ha posibilitado que el Partido se sitúe como una herramienta útil y referente, superando las contradicciones en que nos situó nuestro paso por el Gobierno de la Junta de Andalucía y la aplicación de recortes en un sector básico.
Todo lo anterior nos sitúa de manera inmejorable de cara a afrontar el próximo reto, la acción del 27-M en Madrid.
Pero antes, tenemos dos citas importantes que afrontar: las movilizaciones en reivindicación de la República, cuya manifestación este año se traslada al 22 de abril, por acuerdo de las plataformas unitarias que ya existen en la casi totalidad de las provincias andaluzas, y la conmemoración del 1 de mayo.
En paralelo hemos continuado desarrollando la campaña por la nacionalización del sector eléctrico; la campaña de solidaridad con el pueblo sirio y contra la guerra injerencista e imperialista desatada contra él; la campaña de lucha por el derecho a la vivienda y contra las estafas hipotecarias, etc…
Como balance (aunque escueto) del cumplimiento de los acuerdos adoptados, creemos que podemos darnos por moderadamente satisfechos, pero es indispensable hacerlo para poder abordar el siguiente asunto que debemos debatir. Y es que ha sido formalmente convocado el XII Congreso del Partido Comunista deAndalucía. Este Congreso no se celebra en un momento cualquiera. Hemos definido el escenario económico, social, y político en anteriores resoluciones y documentos, pero entendemos necesario establecer las líneas básicas del modelo y tareas del Partido con el que entrar en el debate que se abrirá, siendo el Congreso del PCA la antesala del Congreso del PCE.
Hacemos este debate en el momento en el que, hace escasos días, se celebrara el centenario de la presentación por Lenin de las “Tesis de Abril”. En un momento histórico que ha trascendido hasta hoy, Lenin optó por dirigir los esfuerzos del Partido hacia la toma del poder político por la clase trabajadora y las capas populares organizadas en los Soviets. Era el gran salto, de la revolución democrática a la revolución socialista, pero los bolcheviques no podían quedar al margen de de la primera para poder impulsar la segunda,. La audacia de esa estrategia política no contó con pocos adversarios dentro y fuera del partido, viéndose coronada con el éxito en octubre. El Partido tenía un objetivo claro y una estrategia y tácticas acordes con él.
Hoy, definir las prioridades del modelo ideológico, político y organizativo del PCE a partir de la recuperación plena del marxismo-leninismo debería empezar por situar lo siguiente: a punto de cumplirse una década desde el estallido de la crisis de 2007, y en medio de la mayor ofensiva lanzada por el capital contra el pueblo trabajador español desde hace casi un siglo, nuestro Partido ha sido incapaz de orientar el descontento social hacia sus posiciones, como tampoco ha sabido organizar la acumulación de fuerzas necesaria para enfrentarnos al sistema.
Ante esta situación, y siendo conscientes de estar viviendo un momento histórico vital para el futuro de la clase trabajadora de nuestro país, debemos centrar nuestros esfuerzos en LA CONSTRUCCIÓN DE UN PCE PARA LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA.
Caracterización de la coyuntura actual
En la fase actual, el capitalismo monopolista ha seguido siendo incapaz de resolver sus crisis de manera pacífica. A la necesidad constante de acceder a nuevos mercados, nuevas materias primas y nuevos recursos naturales, se le ha añadido una disminución de la tasa de ganancia capitalista durante la fase inicial de la crisis económica mundial. Fruto de ello, venimos asistiendo en los últimos años a un aumento de las agresiones militares imperialistas y de las guerras de saqueo que buscan aumentar los beneficios de los grandes monopolios mediante el control geopolítico de amplias zonas del planeta que habían logrado escapar de la esfera de control del imperialismo norteamericano y europeo en la segunda mitad del siglo pasado.
En ese sentido, cabe señalar que la ofensiva recolonizadora del imperialismo norteamericano y europeo ha tomado la forma de un gran golpe en tres direcciones. En primer lugar, en América Latina una ofensiva contra los gobiernos populares y antiimperialistas que amenazaban con constituirse como un polo de desarrollo alternativo al imperialismo. La agresión permanente contra Venezuela, el bloqueo a Cuba, los golpes de estado “blandos” en Honduras, Paraguay y Brasil, son una manifestación de esta ofensiva que trata de evitar una integración solidaria latinoamericana. En ese contexto saludamos y nos implicamos con el Proceso de Paz que se desarrolla en Colombia a partir de los Acuerdos de La Habana y que no sólo significan el fin de la guerra sino la posibilidad de impulsar auténticos cambios en beneficio del pueblo.
En segundo lugar, el imperialismo ha tratado de culminar el rediseño de un “Nuevo Oriente Medio” tras la ocupación de Irak en la Segunda Guerra del Golfo. De la mano de las petromonarquías del Golfo, Israel y Turquía, las potencias de la OTAN han aplicado un minucioso plan para terminar con todos los regímenes nacionalistas laicos nacidos en Oriente Medio tras la Segunda Guerra Mundial. Usando herramientas de la guerra de tercera generación, se han promovido las llamadas “Primaveras Árabes” para instaurar gobiernos títeres afines a los intereses del imperialismo europeo y norteamericano, pero también de las fuerzas del islamo-fascismo que patrocinan países como Turquía y Arabia Saudí. Solo la heroica resistencia del pueblo sirio, ayudado principalmente por Rusia, Líbano e Irán ha conseguido frustrar en parte estos planes. Y no podemos dejar de denunciar el uso que los EEUU hacen de las bases militares instaladas en Andalucía que han vuelto a servir como punto de salida de los buques desde los que se ha bombardeado territorio siriio. Más que nunca hay que luchar porque Andalucía se libere de esas bases extranjeras.
En tercer lugar, la profundización en la dominación neocolonial de los antiguos países del campo socialista del Este ha vivido una intensificación en estos últimos años, bajo la instauración de gobiernos de corte “europeísta”. Por su gravedad, destaca el caso de Ucrania, donde UE y EEUU han promovido un alzamiento de corte nacional-fascista que amenaza no solo la integridad de esta Republica ex-socialista sino todo la seguridad europea. Finalmente, queremos denunciar un nuevo intento de desestabilización contra el gobierno de Bielorrusia, que ha sido ya anunciado por los agentes del imperialismo, para el 1 de mayo.
Con esta estrategia, el Imperialismo norteamericano y europeo trata de cercar y hostigar a dos potencias emergentes, Rusia y China, que suponen, no ya un viejo anhelo desde principio del siglo XX para las élites imperiales, sino una reserva apetitosa de recursos naturales, mano de obra y mercados por explotar, a la vez que dos posibles competidores que un futuro próximo pueden estar en condiciones de disputar la hegemonía a las grandes potencias imperialistas de Europa y Norteamérica.
Aunque haya sido repetido hasta la saciedad por el pensamiento dominante, hay que aclarar que la crisis de 2007 no fue un accidente derivado de una mala gestión del capitalismo, o del abuso de ciertos sectores del poder económico. Lejos de ello, esta crisis ha sido producto del desarrollo normal del capitalismo en su actual fase, en la que los monopolios ejercen un poder casi completo, y se genera un mayor volumen de capital en la esfera especulativa, provocando la constante creación y explosión de burbujas, que son inevitables e intrínsecas al propio sistema.
Los efectos inmediatos de la crisis económica no se hicieron esperar, y la virulencia de la misma fue tal que incluso llegaron a tambalearse los cimientos de la propia lógica capitalista, que por momentos pareció haber perdido toda legitimidad. Pero no fue así, y el sistema, también desde muy pronto, supo cómo responder a la situación que él mismo había generado, sacando todo su arsenal para mantener el orden vigente. Como siempre, después de haber privatizado los beneficios, llegaba la hora de socializar las pérdidas, siendo la clase trabajadora y los sectores populares quienes aportaron las víctimas que iban a pagar los platos que habían sido rotos por la oligarquía en su insaciable hambre de capital.
A pesar de que la resistencia a las medidas impuestas para salvar la riqueza de unos pocos se dio, nueve años después de la explosión de la crisis, el capitalismo no sólo ha sido capaz de recuperar su legitimidad, sino que además ha salido fortalecido en la batalla a costa de las clases populares. Después de haber amortizado la crisis económica recapitalizando a la banca a través de los estados, la oligarquía ha conseguido reducir los derechos y salarios de los trabajadores, abriéndose en muchos países como el nuestro un nuevo ciclo político de carácter restaurador, con un proceso constituyente reaccionario en marcha, que no duda en hacer uso de la represión ante cualquier intento por cuestionar el modelo vigente.
En España como en otros países, la depauperización salvaje de las condiciones laborales ha perjudicado también a los mandos intermedios del sector productivo, del sector público o del sector financiero que -aunque trabajadores-, han cumplido históricamente una función orgánica en la legitimación del sistema económico y político. El cambio de las condiciones de vida en estos sectores -entre los que también habría que incluir a la pequeña burguesía que ha sufrido la reducción de sus expectativas económicas debido a la crisis-, ha provocado una reacción de desencanto, reacción que pese a tener una base económica, la oligarquía ha sabido encauzar hacia el cuestionamiento exclusivo del sistema político, pero sin despojarse de la ideología capitalista dominante. Así, estamos asistiendo en nuestro país a lo que en términos gramscianos es conocido como una revolución pasiva, en la que aquellos sectores que han encabezado ideológica y políticamente el cuestionamiento del sistema político, vuelven a ejercer su labor de legitimación del mismo, a partir de una serie de cambios que hacen crecer las expectativas respecto a sus condiciones materiales. Sin embargo, como comunistas sabemos que sin modificar la estructura económica no habrá mejoras en las condiciones materiales de los trabajadores.
La superación del bipartidismo, debido a su incapacidad actual de hacer hegemonía política sobre el conjunto de la sociedad, no implica mecánicamente el desarrollo de nuevas fuerzas políticas y sociales capaces de acabar con la hegemonía ideológica capitalista. Es más, una parte importante del discurso contra el bipartidismo no se ha salido del marco ideológico del capitalismo. Ante esto, nosotros los comunistas, defendemos que la crisis es una consecuencia natural del capitalismo, y por lo tanto no se puede luchar por una salida social de una crisis que está indisolublemente unida al propio sistema.
La única respuesta posible es la revolución democrática
En esta situación el Partido Comunista no puede permanecer por más tiempo sin una estrategia clara, como tampoco seguir dando pie a ilusiones reformistas que se han demostrado ya vanas en la coyuntura actual.
Frente a la reforma, debemos reivindicar una solución rupturista que pasa obligatoriamente por la confrontación radical con el sistema institucional, político, y económico vigente, apostando por una alternativa que se ancle en la conquista de la soberanía popular, la construcción de una democracia política basada en la construcción de una democracia social, la creación de una economía al servicio de la mayoría, y la proclamación de una república democrática y federal.
En momentos de agudización del enfrentamiento entre opresores y oprimidos, el Partido no puede permitirse dejar de ser coherente entre su discurso y su praxis, colaborando -por activa o por pasiva- con los intentos regeneracionistas de los defensores del status quo capitalista. Reforma y ruptura democrática se nos presentan como estrategias antagónicas, y así debe explicarse, al mismo tiempo que se introduce el antagonismo entre capitalismo y democracia.
Por lo expuesto hasta ahora, en esta fase del capitalismo en nuestro país es por lo que defendemos que la tarea del partido es el impulso de las condiciones materiales que desarrollen la revolución democrática, entendida ésta como una etapa en la que los comunistas deberemos auspiciar una alianza interclasista junto a otras organizaciones y clases que no tienen como objetivo final alcanzar el socialismo, para preservar la democracia frente al enemigo común capitalista. Así, los ejes centrales de la política que impulsen la revolución democrática, no pueden ser otros que la conquista de la democracia desde la soberanía popular; la transformación de la economía para garantizar el control popular de la misma; la construcción de una república federal que integre a los pueblos desde la libre adhesión desde identidades de clase; y la implantación de mecanismos de participación política que permitan el ejercicio permanente de los derechos políticos individuales y colectivos desde estructuras de poder popular.
Programa político de ruptura
La crisis actual ha puesto de manifiesto las debilidades del modelo económico español y el papel que ha jugado nuestra economía dentro del espacio europeo en la dinámica internacional del capital. La incorporación de España a la Unión Europea convirtió a nuestro país en un mero suministrador de servicios, que dejó a la economía española en una posición subalterna que ha traído como consecuencia nuestra conversión en un país endeudado debido al fuerte déficit exterior.
El crecimiento de la deuda y el apremio por pagarla es responsable de la actual recesión económica. El significado de la crisis en España supone un agotamiento del modelo de acumulación dominante en nuestro país y del sistema político surgido de la llamada Transición del 78, modelo marcado en lo económico por el predominio de un capitalismo inmobiliario y financiero, y en lo político por un bipartidismo imperfecto complementado con los nacionalismos conservadores periféricos.
Por ello, existen dos marcos económicos, políticos e institucionales que impiden cualquier proceso de transformación social, de cambio real en España. El establecido por la Unión Europea y el euro, con su política neoliberal de austeridad contra los trabajadores y trabajadoras y el pueblo, y el marco del régimen del 78, que mantuvo el poder en manos de la oligarquía y estableció una democracia limitada y controlada.
En este momento es prioritario construir una alternativa programática, social y política lo más amplia y unitaria posible, para romper con la UE, el euro, el régimen del 78, así como con la OTAN. Una alternativa que confronte y derrote social y políticamente la recomposición del sistema. Una alternativa democrática, social, feminista, ecologista, federal, con amplia base popular. Pero para ello, es fundamental situar como objetivo la movilización social y política como instrumento para conquistar un futuro de justicia social y libertad en el marco de un nuevo proyecto de país.
“…partimos de seguir apostando por decantar la dialéctica entre reforma y ruptura democrática hacia ésta última, en un proceso de acumulación de fuerzas y de construcción de espacios de poder popular, como único mecanismo válido de superación de las contradicciones del sistema capitalista en su momento actual.
Esa línea estratégica de trabajo nos ha llevado desde la Dirección Provincial a fortalecer los espacios unitarios de movilización, lo que ha redundado en la aparición de espacios de lucha social nuevos, o en la consolidación de los existentes.
Y nos debemos alegrar del buen trabajo desarrollado por el conjunto de las organizaciones del Partido que han permitido una integración de realidades territoriales y sectoriales en defensa de la sanidad pública en una Marea Blanca que inundó las calles de Sevilla en su primera convocatoria en nuestra provincia. Sin el esfuerzo sostenido de los camaradas de la Sierra Sur, de Morón y de los que han mantenido la pelea por servicios dignos en los barrios y distritos de Sevilla, ésto no hubiera sido posible.
Y el tener una visión de conjunto en la estrategia de la movilización es lo que ha permitido conectar la Marea Blanca con las Marchas de la Dignidad. Para la primera es un aporte, para la segunda la forma de consolidar la línea de sumas de fuerzas. Al mismo tiempo, se siguen dando pasos en el desarrollo de la Marea Verde por la Escuela Pública, y se desarrolla en plena sintonía con las Marchas, que se está configurando con el espacio para la convergencia de las distintas luchas y reivindicaciones parciales y sectoriales, de cara a integrar un discurso unificado de carácter rupturista con el conjunto del régimen.
Todo ello nos va a situar ante dos escenarios de movilización muy importantes: el 28-F y la Huelga General de la Educación el 9 de marzo.
Y hemos de valorar muy positivamente la aparición de otro referente unitario como es el de los pensionistas y jubilados, también ahí nuestros camaradas están desarrollando un trabajo fundamental de vertebración.
[…]
Mientras que algunos negaban la posibilidad de desarrollar la movilización social, y otros se han empeñado en obstaculizarla, ésta se ha abierto paso y ha colocado en la marginalidad a los que se niegan a apostar por ella.”
Nuestra línea de trabajo era clara y nítida. A partir del trabajo que veníamos desarrollando realizábamos una apuesta arriesgada, pero imprescindible: hacer confluir todos los espacios de movilizaciones en una acción unitaria para la convocatoria del 28F. Y sucedió, las calles de Sevilla se vieron desbordadas por la mayor de las manifestaciones celebradas en los últimos años provocando una escena clarificadora: los congregados en el teatro de la Maestranza convocados por el Gobierno de la Junta, frente a las decenas de miles que se manifestaban en la calle convocados por las Marchas de la Dignidad y las Mareas. La Andalucía de la restauración, frente a la Andalucía que no se resigna y pelea contra el sistema impuesto.
No habría sido posible alcanzar ese resultado sin la dedicación y el esfuerzo de los y las camaradas dedicados a la coordinación y organización de los espacios unitarios, y las decenas de los y las camaradas implicados en las plataformas territoriales de las distintas Mareas (blanca, verde, naranja…). Queríamos alcanzar un hito y lo hicimos.Pero no fue un hecho aislado. En días posteriores pudimos ver cómo se desbordaban las movilizaciones convocadas en torno al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer trabajadora, y el 9 de marzo, Huelga General de la Educación.
Respecto al 8 de marzo, sólo cabe decir que la movilización demuestra su carácter necesario en un sector de la población fundamental y especialmente golpeado por las nuevas condiciones de explotación del imperialismo en su fase actual. El papel de la mujer en la construcción de cualquier proceso revolucionario es clave y las afectadas dan buena muestra de no resignarse. Hacemos nuestra la valoración que de esta movilización está haciendo el MDM y la apuesta de continuación del trabajo a partir de las experiencias obtenidas en esta jornada de lucha.
Y es que, a pesar de los intentos conscientes que durante lustros han intentado desvincular el 8 de marzo con la lucha obrera, y que una parte importante de las corrientes feministas surgidas de los años 60 han provocado una segregación de la lucha feminista con la lucha del conjunto de la clase obrera, a falta de una convocatoria alternativa que las represente, las mujeres de la clase obrera siguen considerando como suya las manifestaciones del 8 de marzo.
Han inventado el concepto de “género” como excusa para conquistar derechos civiles comunes a todas las mujeres con independencia de la clase social a la que se pertenezca, teorías que en la práctica son elementos interclasistas.
La particularidad de éste 8 de marzo, es que las mujeres que van a la manifestación no se sienten representadas por quienes dirigen los movimientos feministas, ni en Sevilla, ni en ningún sitio. Los movimientos feministas que convocan acciones y manifestaciones, hacen visible una realidad que existe, pero son incapaces de organizar, y desde luego dar la más mínima respuesta a las necesidades reales que tienen las mujeres, porque para ello el análisis y la práctica debe ser de conjunto y eso entra en contradicción con la propia existencia de muchas de esas teorías que aunque renovadas desde lo académico muchas de ellas, siguen cumpliendo su función interclasista.
Es desde ésta perspectiva y no otra, desde la que debe considerarse lo extraordinariamente complejo de la construcción y puesta en funcionamiento del MDM, pues en lo externo se encontrará con la doble tarea de organizar y dar respuesta a las necesidades reales de las mujeres por un lado, y la de desmontar el discurso interclasista por otro.
Respecto al 9 de marzo sólo cabe decir que el movimiento general en defensa de la escuela pública se fortalece, y no sólo por su capacidad de articularse, sino por lo profundos debates vividos en los previos de la convocatoria y el mismo día. El debate, ganado por clara hegemonía, entre los defensores sin excusas de la necesidad de un sistema público de educación general y los que se sitúan de perfil consintiendo la labor de zapa y mina que se da por los que no condenan la financiación pública del sistema concertado, ha colocado a cada cual en su sitio. El trabajo de los camaradas en este frente de lucha ha posibilitado que el Partido se sitúe como una herramienta útil y referente, superando las contradicciones en que nos situó nuestro paso por el Gobierno de la Junta de Andalucía y la aplicación de recortes en un sector básico.
Todo lo anterior nos sitúa de manera inmejorable de cara a afrontar el próximo reto, la acción del 27-M en Madrid.
Pero antes, tenemos dos citas importantes que afrontar: las movilizaciones en reivindicación de la República, cuya manifestación este año se traslada al 22 de abril, por acuerdo de las plataformas unitarias que ya existen en la casi totalidad de las provincias andaluzas, y la conmemoración del 1 de mayo.
En paralelo hemos continuado desarrollando la campaña por la nacionalización del sector eléctrico; la campaña de solidaridad con el pueblo sirio y contra la guerra injerencista e imperialista desatada contra él; la campaña de lucha por el derecho a la vivienda y contra las estafas hipotecarias, etc…
Como balance (aunque escueto) del cumplimiento de los acuerdos adoptados, creemos que podemos darnos por moderadamente satisfechos, pero es indispensable hacerlo para poder abordar el siguiente asunto que debemos debatir. Y es que ha sido formalmente convocado el XII Congreso del Partido Comunista deAndalucía. Este Congreso no se celebra en un momento cualquiera. Hemos definido el escenario económico, social, y político en anteriores resoluciones y documentos, pero entendemos necesario establecer las líneas básicas del modelo y tareas del Partido con el que entrar en el debate que se abrirá, siendo el Congreso del PCA la antesala del Congreso del PCE.
Hacemos este debate en el momento en el que, hace escasos días, se celebrara el centenario de la presentación por Lenin de las “Tesis de Abril”. En un momento histórico que ha trascendido hasta hoy, Lenin optó por dirigir los esfuerzos del Partido hacia la toma del poder político por la clase trabajadora y las capas populares organizadas en los Soviets. Era el gran salto, de la revolución democrática a la revolución socialista, pero los bolcheviques no podían quedar al margen de de la primera para poder impulsar la segunda,. La audacia de esa estrategia política no contó con pocos adversarios dentro y fuera del partido, viéndose coronada con el éxito en octubre. El Partido tenía un objetivo claro y una estrategia y tácticas acordes con él.
Hoy, definir las prioridades del modelo ideológico, político y organizativo del PCE a partir de la recuperación plena del marxismo-leninismo debería empezar por situar lo siguiente: a punto de cumplirse una década desde el estallido de la crisis de 2007, y en medio de la mayor ofensiva lanzada por el capital contra el pueblo trabajador español desde hace casi un siglo, nuestro Partido ha sido incapaz de orientar el descontento social hacia sus posiciones, como tampoco ha sabido organizar la acumulación de fuerzas necesaria para enfrentarnos al sistema.
Ante esta situación, y siendo conscientes de estar viviendo un momento histórico vital para el futuro de la clase trabajadora de nuestro país, debemos centrar nuestros esfuerzos en LA CONSTRUCCIÓN DE UN PCE PARA LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA.
Caracterización de la coyuntura actual
En la fase actual, el capitalismo monopolista ha seguido siendo incapaz de resolver sus crisis de manera pacífica. A la necesidad constante de acceder a nuevos mercados, nuevas materias primas y nuevos recursos naturales, se le ha añadido una disminución de la tasa de ganancia capitalista durante la fase inicial de la crisis económica mundial. Fruto de ello, venimos asistiendo en los últimos años a un aumento de las agresiones militares imperialistas y de las guerras de saqueo que buscan aumentar los beneficios de los grandes monopolios mediante el control geopolítico de amplias zonas del planeta que habían logrado escapar de la esfera de control del imperialismo norteamericano y europeo en la segunda mitad del siglo pasado.
En ese sentido, cabe señalar que la ofensiva recolonizadora del imperialismo norteamericano y europeo ha tomado la forma de un gran golpe en tres direcciones. En primer lugar, en América Latina una ofensiva contra los gobiernos populares y antiimperialistas que amenazaban con constituirse como un polo de desarrollo alternativo al imperialismo. La agresión permanente contra Venezuela, el bloqueo a Cuba, los golpes de estado “blandos” en Honduras, Paraguay y Brasil, son una manifestación de esta ofensiva que trata de evitar una integración solidaria latinoamericana. En ese contexto saludamos y nos implicamos con el Proceso de Paz que se desarrolla en Colombia a partir de los Acuerdos de La Habana y que no sólo significan el fin de la guerra sino la posibilidad de impulsar auténticos cambios en beneficio del pueblo.
En segundo lugar, el imperialismo ha tratado de culminar el rediseño de un “Nuevo Oriente Medio” tras la ocupación de Irak en la Segunda Guerra del Golfo. De la mano de las petromonarquías del Golfo, Israel y Turquía, las potencias de la OTAN han aplicado un minucioso plan para terminar con todos los regímenes nacionalistas laicos nacidos en Oriente Medio tras la Segunda Guerra Mundial. Usando herramientas de la guerra de tercera generación, se han promovido las llamadas “Primaveras Árabes” para instaurar gobiernos títeres afines a los intereses del imperialismo europeo y norteamericano, pero también de las fuerzas del islamo-fascismo que patrocinan países como Turquía y Arabia Saudí. Solo la heroica resistencia del pueblo sirio, ayudado principalmente por Rusia, Líbano e Irán ha conseguido frustrar en parte estos planes. Y no podemos dejar de denunciar el uso que los EEUU hacen de las bases militares instaladas en Andalucía que han vuelto a servir como punto de salida de los buques desde los que se ha bombardeado territorio siriio. Más que nunca hay que luchar porque Andalucía se libere de esas bases extranjeras.
En tercer lugar, la profundización en la dominación neocolonial de los antiguos países del campo socialista del Este ha vivido una intensificación en estos últimos años, bajo la instauración de gobiernos de corte “europeísta”. Por su gravedad, destaca el caso de Ucrania, donde UE y EEUU han promovido un alzamiento de corte nacional-fascista que amenaza no solo la integridad de esta Republica ex-socialista sino todo la seguridad europea. Finalmente, queremos denunciar un nuevo intento de desestabilización contra el gobierno de Bielorrusia, que ha sido ya anunciado por los agentes del imperialismo, para el 1 de mayo.
Con esta estrategia, el Imperialismo norteamericano y europeo trata de cercar y hostigar a dos potencias emergentes, Rusia y China, que suponen, no ya un viejo anhelo desde principio del siglo XX para las élites imperiales, sino una reserva apetitosa de recursos naturales, mano de obra y mercados por explotar, a la vez que dos posibles competidores que un futuro próximo pueden estar en condiciones de disputar la hegemonía a las grandes potencias imperialistas de Europa y Norteamérica.
Aunque haya sido repetido hasta la saciedad por el pensamiento dominante, hay que aclarar que la crisis de 2007 no fue un accidente derivado de una mala gestión del capitalismo, o del abuso de ciertos sectores del poder económico. Lejos de ello, esta crisis ha sido producto del desarrollo normal del capitalismo en su actual fase, en la que los monopolios ejercen un poder casi completo, y se genera un mayor volumen de capital en la esfera especulativa, provocando la constante creación y explosión de burbujas, que son inevitables e intrínsecas al propio sistema.
Los efectos inmediatos de la crisis económica no se hicieron esperar, y la virulencia de la misma fue tal que incluso llegaron a tambalearse los cimientos de la propia lógica capitalista, que por momentos pareció haber perdido toda legitimidad. Pero no fue así, y el sistema, también desde muy pronto, supo cómo responder a la situación que él mismo había generado, sacando todo su arsenal para mantener el orden vigente. Como siempre, después de haber privatizado los beneficios, llegaba la hora de socializar las pérdidas, siendo la clase trabajadora y los sectores populares quienes aportaron las víctimas que iban a pagar los platos que habían sido rotos por la oligarquía en su insaciable hambre de capital.
A pesar de que la resistencia a las medidas impuestas para salvar la riqueza de unos pocos se dio, nueve años después de la explosión de la crisis, el capitalismo no sólo ha sido capaz de recuperar su legitimidad, sino que además ha salido fortalecido en la batalla a costa de las clases populares. Después de haber amortizado la crisis económica recapitalizando a la banca a través de los estados, la oligarquía ha conseguido reducir los derechos y salarios de los trabajadores, abriéndose en muchos países como el nuestro un nuevo ciclo político de carácter restaurador, con un proceso constituyente reaccionario en marcha, que no duda en hacer uso de la represión ante cualquier intento por cuestionar el modelo vigente.
En España como en otros países, la depauperización salvaje de las condiciones laborales ha perjudicado también a los mandos intermedios del sector productivo, del sector público o del sector financiero que -aunque trabajadores-, han cumplido históricamente una función orgánica en la legitimación del sistema económico y político. El cambio de las condiciones de vida en estos sectores -entre los que también habría que incluir a la pequeña burguesía que ha sufrido la reducción de sus expectativas económicas debido a la crisis-, ha provocado una reacción de desencanto, reacción que pese a tener una base económica, la oligarquía ha sabido encauzar hacia el cuestionamiento exclusivo del sistema político, pero sin despojarse de la ideología capitalista dominante. Así, estamos asistiendo en nuestro país a lo que en términos gramscianos es conocido como una revolución pasiva, en la que aquellos sectores que han encabezado ideológica y políticamente el cuestionamiento del sistema político, vuelven a ejercer su labor de legitimación del mismo, a partir de una serie de cambios que hacen crecer las expectativas respecto a sus condiciones materiales. Sin embargo, como comunistas sabemos que sin modificar la estructura económica no habrá mejoras en las condiciones materiales de los trabajadores.
La superación del bipartidismo, debido a su incapacidad actual de hacer hegemonía política sobre el conjunto de la sociedad, no implica mecánicamente el desarrollo de nuevas fuerzas políticas y sociales capaces de acabar con la hegemonía ideológica capitalista. Es más, una parte importante del discurso contra el bipartidismo no se ha salido del marco ideológico del capitalismo. Ante esto, nosotros los comunistas, defendemos que la crisis es una consecuencia natural del capitalismo, y por lo tanto no se puede luchar por una salida social de una crisis que está indisolublemente unida al propio sistema.
La única respuesta posible es la revolución democrática
En esta situación el Partido Comunista no puede permanecer por más tiempo sin una estrategia clara, como tampoco seguir dando pie a ilusiones reformistas que se han demostrado ya vanas en la coyuntura actual.
Frente a la reforma, debemos reivindicar una solución rupturista que pasa obligatoriamente por la confrontación radical con el sistema institucional, político, y económico vigente, apostando por una alternativa que se ancle en la conquista de la soberanía popular, la construcción de una democracia política basada en la construcción de una democracia social, la creación de una economía al servicio de la mayoría, y la proclamación de una república democrática y federal.
En momentos de agudización del enfrentamiento entre opresores y oprimidos, el Partido no puede permitirse dejar de ser coherente entre su discurso y su praxis, colaborando -por activa o por pasiva- con los intentos regeneracionistas de los defensores del status quo capitalista. Reforma y ruptura democrática se nos presentan como estrategias antagónicas, y así debe explicarse, al mismo tiempo que se introduce el antagonismo entre capitalismo y democracia.
Por lo expuesto hasta ahora, en esta fase del capitalismo en nuestro país es por lo que defendemos que la tarea del partido es el impulso de las condiciones materiales que desarrollen la revolución democrática, entendida ésta como una etapa en la que los comunistas deberemos auspiciar una alianza interclasista junto a otras organizaciones y clases que no tienen como objetivo final alcanzar el socialismo, para preservar la democracia frente al enemigo común capitalista. Así, los ejes centrales de la política que impulsen la revolución democrática, no pueden ser otros que la conquista de la democracia desde la soberanía popular; la transformación de la economía para garantizar el control popular de la misma; la construcción de una república federal que integre a los pueblos desde la libre adhesión desde identidades de clase; y la implantación de mecanismos de participación política que permitan el ejercicio permanente de los derechos políticos individuales y colectivos desde estructuras de poder popular.
Programa político de ruptura
La crisis actual ha puesto de manifiesto las debilidades del modelo económico español y el papel que ha jugado nuestra economía dentro del espacio europeo en la dinámica internacional del capital. La incorporación de España a la Unión Europea convirtió a nuestro país en un mero suministrador de servicios, que dejó a la economía española en una posición subalterna que ha traído como consecuencia nuestra conversión en un país endeudado debido al fuerte déficit exterior.
El crecimiento de la deuda y el apremio por pagarla es responsable de la actual recesión económica. El significado de la crisis en España supone un agotamiento del modelo de acumulación dominante en nuestro país y del sistema político surgido de la llamada Transición del 78, modelo marcado en lo económico por el predominio de un capitalismo inmobiliario y financiero, y en lo político por un bipartidismo imperfecto complementado con los nacionalismos conservadores periféricos.
Por ello, existen dos marcos económicos, políticos e institucionales que impiden cualquier proceso de transformación social, de cambio real en España. El establecido por la Unión Europea y el euro, con su política neoliberal de austeridad contra los trabajadores y trabajadoras y el pueblo, y el marco del régimen del 78, que mantuvo el poder en manos de la oligarquía y estableció una democracia limitada y controlada.
En este momento es prioritario construir una alternativa programática, social y política lo más amplia y unitaria posible, para romper con la UE, el euro, el régimen del 78, así como con la OTAN. Una alternativa que confronte y derrote social y políticamente la recomposición del sistema. Una alternativa democrática, social, feminista, ecologista, federal, con amplia base popular. Pero para ello, es fundamental situar como objetivo la movilización social y política como instrumento para conquistar un futuro de justicia social y libertad en el marco de un nuevo proyecto de país.
Tenemos que dar prioridad absoluta a
la lucha social, conseguir que las políticas antisociales, autoritarias y
antidemocráticas tengan respuesta en la calle, que el sistema no
consiga imponer la paz social. Es desde la movilización y sobre acuerdos
programáticos como se construye la unidad popular. Un programa sobre el
que se forjen las alianzas que permitan aglutinar un bloque político y
social alternativo.
Se trata de construir un nuevo país en
el que se garanticen a todas las personas los derechos básicos a pan,
trabajo y techo, a servicios públicos universales y prestaciones
sociales suficientes. Un nuevo país en el que se haga realidad las
reclamaciones populares de democracia real y transparencia y no estar
sometidos a los dictados de la banca y el capital. La construcción de
este proyecto no puede hacerse respetando los marcos impuestos: político
(régimen del 78), económico (UE y el euro) y militar (OTAN), porque el
dominio de esos poderes económicos y militar y la imposición de ese
marco político no permite dar satisfacción a las necesidades de la clase
trabajadora y el pueblo.
Es necesario construir un nuevo país que responda a las necesidades más inmediatas del pueblo, y realice los cambios políticos y constitucionales necesarios para poder aplicar esas medidas. Medidas de urgencia social que garanticen trabajo, vivienda y derechos de manera universal: subsidio de desempleo para todas las personas desempleadas; establecimiento de una renta mínima garantizada que evite la exclusión social; igualdad salarial de mujeres y hombres; equiparación de la pensión mínima al SMI; garantizar la vivienda como derecho; ejecutar un plan de choque contra las violencias machistas; dar garantía social de servicios esenciales de electricidad, agua y gas y acceso a medicamentos y transporte público gratuito para los desempleados y desempleadas.
Es ineludible el restablecimiento de los derechos sociales y democráticos, y eso pasa por un completo programa de recuperación que tendrían una clara hoja de ruta en la recuperación del control de la economía y la política para la mayoría. El programa político plantearía una alternativa completa al actual estado de cosas y situaría un programa de emergencia: derogar la reforma del artículo 135 de la Constitución y de sus consecuencias; derogar la Ley Mordaza y las reformas del Código Penal de 2010, 2012 y 2015 y de la Ley de Enjuiciamiento; amnistía para todas las personas represaliadas; derogar las reformas laborales; derogar la LOMCE y todas las leyes tendentes a mercantilizar la enseñanza; derogar la Ley 15/97 y todas las medidas de privatización de la Sanidad Pública.
Pero el objetivo no puede ser otro que crear un nuevo modelo económico y social, planificando la economía para garantizar que esté al servicio del pueblo e interviniendo el control de los medios de producción. No es posible poner la economía al servicio de las necesidades de la mayoría si no se combate la apropiación privada del trabajo social. Y eso pasa por abolir la propiedad privada sobre los medios de producción. A partir de ahi se puede situar una alternativa completa: cambio del modelo productivo; nacionalizar la banca y los sectores estratégicos de la economía; auditar la deuda; recuperar para el sector público las empresas privatizadas; acometer un plan de reconstrucción industrial y una Reforma Agraria Integral; reducir la jornada laboral a 35 horas semanales, sin reducción salarial; jubilación a los 65 años y plan progresivo para la jubilación a los 60; sistema público de enseñanza; sanidad y sistema de pensiones público y digno; sistema fiscal basado fundamentalmente en impuestos directos; financiación suficiente de los Ayuntamientos y potenciación del transporté público y la movilidad sostenible.
Tenemos que implementar todas las medidas necesarias que blinden los derechos sociales básicos. Realizar la ruptura democrática con el régimen del 78 y abrir un proceso constituyente para construir la República federal, laica y solidaria, que reconozca el derecho de autodeterminación.
Construir un país que, desde la soberanía, la paz y la solidaridad, rompa con la Unión Europea y el euro; rechace los tratados comerciales neoliberales TTIP, TISA y CETA; establezca la solidaridad internacionalista y la cooperación entre los pueblos como el mejor camino para construir la paz; salga de la OTAN y no permita bases y tropas militares extranjeras en nuestro territorio.
Las alianzas y la revolución democrática
Sabemos que el proceso constituyente al que aspiramos no vendrá por ninguna correlación favorable de escaños tras un proceso electoral. Para constituir, hay que tener fuerza constitutiva, y desde luego no se encuentra en las instituciones del régimen la fuerza que se oponga al propio régimen. El proceso constituyente de carácter popular y rupturista vendrá de la mano de la organización del contrapoder, de la creación del poder popular en torno a la movilización de los afectados por las políticas que aplica el régimen.
Es en ese ámbito en donde hay que encuadrar la política de alianzas del Partido, con aquellas organizaciones políticas y sociales que enfrentan al sistema mediante la construcción del poder popular, con la conformación de un poder alternativo al establecido. Por ello, todos nuestros esfuerzos deberán ir dirigidos a la creación del movimiento de unidad popular que deberá entenderse como el espacio unitario organizado en la movilización social y política por la ruptura democrática; un proceso político de alianzas, creado al calor de la movilización, que debe ser el germen de la creación del poder popular.Pero para poder construir junto con otros muchos la unidad popular desde la movilización y el trabajo político, tenemos que ser interlocutores directos con nuestras propuestas en el seno del conflicto, y eso no es posible hacerlo desde la actual participación en Izquierda Unida pues, desde hace años, se ha convertido en un partido político totalmente orientado a la contienda electoral.
Hoy existen espacios unitarios de lucha social que han superado en la práctica a la propia Izquierda Unida, y que llevan a que ésta ya no vaya a ser la referencia para el encuentro de las organizaciones de carácter rupturista. Por tanto, el Partido debe trabajar para el progreso del actual marco de Izquierda Unida, incorporándose de manera directa a los espacios unitarios de lucha, y facilitando que lo hagan el resto de activos de IU. Para ello, es necesario acabar con las estructuras de partido político que actualmente existen en IU y que impiden que pueda funcionar verdaderamente como un movimiento político y social. Y esto va a en consonancia con lo aprobado por la propia Iu en su XI Asamblea Federal.
Si defendemos la superación del modelo de partido para la contienda electoral por el modelo de partido para organizar la lucha social para la revolución, la política de alianzas deberá ser coherente. No se trata de dotarnos de un nuevo sujeto de carácter electoral, sino de articular la movilización social para la ruptura. Movilización social que, llegado el caso, podrá dotarse de un referente electoral, pero no al revés.
La necesaria recuperación política, ideológica y organizativa del Partido
Por supuesto, que para conseguir estos objetivos, no solamente será necesario replantear la participación de los comunistas en el seno de Izquierda Unida, sino que además es urgente un cambio del modelo de partido, y transformarnos de una vez por todas en una organización que articule y organice el conflicto social para generar la acumulación de fuerzas necesaria en estos momentos.
Debemos hacer una profunda reflexión sobre lo que ha sido el partido en los últimos años y para qué ha sido utilizado. Un partido que desde 1986 ha sido autoexcluido del panorama político español y que ha delegado todas las competencias político-organizativas en Izquierda Unida, no puede desde luego estar preparado para ser referente ni promotor de la ansiada unidad popular para la revolución democrática que requiere nuestro país. Un partido que cede sus atribuciones a otras organizaciones, y que orienta casi toda su actividad a las contiendas electorales no es una organización revolucionaria, y es por ello que debemos adecuar nuestra estructura a la realidad social española, superando el modelo organizativo heredado del eurocomunismo.
La tarea prioritaria del partido debe ser sobre todo, como es tradición leninista, en primer lugar el conocimiento exhaustivo de los centros de trabajo y de estudio, dónde, cuántos, si se organizan o no, y si es así cómo, qué relación tienen con el territorio donde viven o trabajan, después desplegarse y organizarse en todos y cada uno de ellos, el análisis y la vuelta a la realidad será lo único que nos dé la garantía de que existan organizaciones representativas y esa praxis nos revelará las más fiables. No se trata, desde luego, de volver mecánicamente al antiguo modelo de células de fábricas, entre otras cosas porque van quedando pocas y realidad de la precarización y la movilidad de un puesto de trabajo a otro en muy poco tiempo no lo permite, sino porque la construcción de la unidad popular requiere de un modelo flexible.
Debemos adaptar el modelo organizativo del Partido a la realidad del modelo productivo de nuestro país y de la capacidad de organización y lucha de su clase obrera, y por eso creemos que el Partido debe organizarse en las líneas centro de trabajo-estudio, sectores y barrios, siendo el barrio el lugar donde prestemos mayor atención, donde las mujeres ya han tomado la iniciativa de organizarse, aunque de manera muy precaria aún para cubrir colectivamente las necesidades más básicas que el estado hace ya tiempo que abandonó. Es fundamental, porque el nivel de precariedad es tal que los excluidos y los trabajadores viven en los mismos barrios y lo que tienen en común son esas protoorganizaciones de mujeres, que en realidad son un germen de organización del ejército de reserva, que trabajado y orientado correctamente por el Partido, dejarán de ser las principales víctimas del sistema para convertirse en su pesadilla.
La construcción de un Partido Comunista fuerte no podrá darse tampoco sin una estrategia de crecimiento cuantitativo e ideológico clara, siendo vital para nuestro futuro captar nuevos militantes y fortalecer el nivel formativo de los que ya están. En este sentido el diagnóstico es grave, pues hay una fuerte carencia de cuadros políticos. Nuevos afiliados que se acercan a nosotros, generalmente sin base ideológica, que sin el debido acompañamiento teórico y práctico pueden caer en el oportunismo y en el espontaneísmo. La formación teórica es el elemento más cohesionador de una organización revolucionaria, el destinar recursos económicos y humanos a esta área es fundamental para que el partido golpee con un solo puño y sepa donde debe golpear.
De cara a los debates congresuales no es aceptable, por el hecho de estar en el centenario de la Revolución Bolchevique, el uso de definiciones ideológicas vaciadas de contenido, como una marca, eslogan o moda. Es imprescindible, en relación dialéctica al cambio organizativo y de rumbo estratégico del Partido, una profunda revisión ideológica en el seno del mismo, que nos dote como colectivo de la herramienta imprescindible de un partido comunista: el marxismo-leninismo.
En definitiva, estamos firmemente convencidos de que debemos acelerar el cambio de paradigma para pasar de un partido electoralista a un partido de lucha, de un partido dependiente de las instituciones burguesas a un partido económicamente independiente, de un partido estructurado a imagen y semejanza de las asambleas territoriales de IU a un partido inmerso en el conflicto social; un partido que tendrá que recuperar plenamente las competencias políticas y organizativas que le son propias, dejando de delegar en Izquierda Unida su trabajo. Necesitamos un partido fuerte y cohesionado en lo ideológico, y que organice la unidad popular que acabará haciendo triunfar la revolución democrática, porque será esa la única manera de hacer que nuestra clase avance en esta lucha titánica.
Es necesario construir un nuevo país que responda a las necesidades más inmediatas del pueblo, y realice los cambios políticos y constitucionales necesarios para poder aplicar esas medidas. Medidas de urgencia social que garanticen trabajo, vivienda y derechos de manera universal: subsidio de desempleo para todas las personas desempleadas; establecimiento de una renta mínima garantizada que evite la exclusión social; igualdad salarial de mujeres y hombres; equiparación de la pensión mínima al SMI; garantizar la vivienda como derecho; ejecutar un plan de choque contra las violencias machistas; dar garantía social de servicios esenciales de electricidad, agua y gas y acceso a medicamentos y transporte público gratuito para los desempleados y desempleadas.
Es ineludible el restablecimiento de los derechos sociales y democráticos, y eso pasa por un completo programa de recuperación que tendrían una clara hoja de ruta en la recuperación del control de la economía y la política para la mayoría. El programa político plantearía una alternativa completa al actual estado de cosas y situaría un programa de emergencia: derogar la reforma del artículo 135 de la Constitución y de sus consecuencias; derogar la Ley Mordaza y las reformas del Código Penal de 2010, 2012 y 2015 y de la Ley de Enjuiciamiento; amnistía para todas las personas represaliadas; derogar las reformas laborales; derogar la LOMCE y todas las leyes tendentes a mercantilizar la enseñanza; derogar la Ley 15/97 y todas las medidas de privatización de la Sanidad Pública.
Pero el objetivo no puede ser otro que crear un nuevo modelo económico y social, planificando la economía para garantizar que esté al servicio del pueblo e interviniendo el control de los medios de producción. No es posible poner la economía al servicio de las necesidades de la mayoría si no se combate la apropiación privada del trabajo social. Y eso pasa por abolir la propiedad privada sobre los medios de producción. A partir de ahi se puede situar una alternativa completa: cambio del modelo productivo; nacionalizar la banca y los sectores estratégicos de la economía; auditar la deuda; recuperar para el sector público las empresas privatizadas; acometer un plan de reconstrucción industrial y una Reforma Agraria Integral; reducir la jornada laboral a 35 horas semanales, sin reducción salarial; jubilación a los 65 años y plan progresivo para la jubilación a los 60; sistema público de enseñanza; sanidad y sistema de pensiones público y digno; sistema fiscal basado fundamentalmente en impuestos directos; financiación suficiente de los Ayuntamientos y potenciación del transporté público y la movilidad sostenible.
Tenemos que implementar todas las medidas necesarias que blinden los derechos sociales básicos. Realizar la ruptura democrática con el régimen del 78 y abrir un proceso constituyente para construir la República federal, laica y solidaria, que reconozca el derecho de autodeterminación.
Construir un país que, desde la soberanía, la paz y la solidaridad, rompa con la Unión Europea y el euro; rechace los tratados comerciales neoliberales TTIP, TISA y CETA; establezca la solidaridad internacionalista y la cooperación entre los pueblos como el mejor camino para construir la paz; salga de la OTAN y no permita bases y tropas militares extranjeras en nuestro territorio.
Las alianzas y la revolución democrática
Sabemos que el proceso constituyente al que aspiramos no vendrá por ninguna correlación favorable de escaños tras un proceso electoral. Para constituir, hay que tener fuerza constitutiva, y desde luego no se encuentra en las instituciones del régimen la fuerza que se oponga al propio régimen. El proceso constituyente de carácter popular y rupturista vendrá de la mano de la organización del contrapoder, de la creación del poder popular en torno a la movilización de los afectados por las políticas que aplica el régimen.
Es en ese ámbito en donde hay que encuadrar la política de alianzas del Partido, con aquellas organizaciones políticas y sociales que enfrentan al sistema mediante la construcción del poder popular, con la conformación de un poder alternativo al establecido. Por ello, todos nuestros esfuerzos deberán ir dirigidos a la creación del movimiento de unidad popular que deberá entenderse como el espacio unitario organizado en la movilización social y política por la ruptura democrática; un proceso político de alianzas, creado al calor de la movilización, que debe ser el germen de la creación del poder popular.Pero para poder construir junto con otros muchos la unidad popular desde la movilización y el trabajo político, tenemos que ser interlocutores directos con nuestras propuestas en el seno del conflicto, y eso no es posible hacerlo desde la actual participación en Izquierda Unida pues, desde hace años, se ha convertido en un partido político totalmente orientado a la contienda electoral.
Hoy existen espacios unitarios de lucha social que han superado en la práctica a la propia Izquierda Unida, y que llevan a que ésta ya no vaya a ser la referencia para el encuentro de las organizaciones de carácter rupturista. Por tanto, el Partido debe trabajar para el progreso del actual marco de Izquierda Unida, incorporándose de manera directa a los espacios unitarios de lucha, y facilitando que lo hagan el resto de activos de IU. Para ello, es necesario acabar con las estructuras de partido político que actualmente existen en IU y que impiden que pueda funcionar verdaderamente como un movimiento político y social. Y esto va a en consonancia con lo aprobado por la propia Iu en su XI Asamblea Federal.
Si defendemos la superación del modelo de partido para la contienda electoral por el modelo de partido para organizar la lucha social para la revolución, la política de alianzas deberá ser coherente. No se trata de dotarnos de un nuevo sujeto de carácter electoral, sino de articular la movilización social para la ruptura. Movilización social que, llegado el caso, podrá dotarse de un referente electoral, pero no al revés.
La necesaria recuperación política, ideológica y organizativa del Partido
Por supuesto, que para conseguir estos objetivos, no solamente será necesario replantear la participación de los comunistas en el seno de Izquierda Unida, sino que además es urgente un cambio del modelo de partido, y transformarnos de una vez por todas en una organización que articule y organice el conflicto social para generar la acumulación de fuerzas necesaria en estos momentos.
Debemos hacer una profunda reflexión sobre lo que ha sido el partido en los últimos años y para qué ha sido utilizado. Un partido que desde 1986 ha sido autoexcluido del panorama político español y que ha delegado todas las competencias político-organizativas en Izquierda Unida, no puede desde luego estar preparado para ser referente ni promotor de la ansiada unidad popular para la revolución democrática que requiere nuestro país. Un partido que cede sus atribuciones a otras organizaciones, y que orienta casi toda su actividad a las contiendas electorales no es una organización revolucionaria, y es por ello que debemos adecuar nuestra estructura a la realidad social española, superando el modelo organizativo heredado del eurocomunismo.
La tarea prioritaria del partido debe ser sobre todo, como es tradición leninista, en primer lugar el conocimiento exhaustivo de los centros de trabajo y de estudio, dónde, cuántos, si se organizan o no, y si es así cómo, qué relación tienen con el territorio donde viven o trabajan, después desplegarse y organizarse en todos y cada uno de ellos, el análisis y la vuelta a la realidad será lo único que nos dé la garantía de que existan organizaciones representativas y esa praxis nos revelará las más fiables. No se trata, desde luego, de volver mecánicamente al antiguo modelo de células de fábricas, entre otras cosas porque van quedando pocas y realidad de la precarización y la movilidad de un puesto de trabajo a otro en muy poco tiempo no lo permite, sino porque la construcción de la unidad popular requiere de un modelo flexible.
Debemos adaptar el modelo organizativo del Partido a la realidad del modelo productivo de nuestro país y de la capacidad de organización y lucha de su clase obrera, y por eso creemos que el Partido debe organizarse en las líneas centro de trabajo-estudio, sectores y barrios, siendo el barrio el lugar donde prestemos mayor atención, donde las mujeres ya han tomado la iniciativa de organizarse, aunque de manera muy precaria aún para cubrir colectivamente las necesidades más básicas que el estado hace ya tiempo que abandonó. Es fundamental, porque el nivel de precariedad es tal que los excluidos y los trabajadores viven en los mismos barrios y lo que tienen en común son esas protoorganizaciones de mujeres, que en realidad son un germen de organización del ejército de reserva, que trabajado y orientado correctamente por el Partido, dejarán de ser las principales víctimas del sistema para convertirse en su pesadilla.
La construcción de un Partido Comunista fuerte no podrá darse tampoco sin una estrategia de crecimiento cuantitativo e ideológico clara, siendo vital para nuestro futuro captar nuevos militantes y fortalecer el nivel formativo de los que ya están. En este sentido el diagnóstico es grave, pues hay una fuerte carencia de cuadros políticos. Nuevos afiliados que se acercan a nosotros, generalmente sin base ideológica, que sin el debido acompañamiento teórico y práctico pueden caer en el oportunismo y en el espontaneísmo. La formación teórica es el elemento más cohesionador de una organización revolucionaria, el destinar recursos económicos y humanos a esta área es fundamental para que el partido golpee con un solo puño y sepa donde debe golpear.
De cara a los debates congresuales no es aceptable, por el hecho de estar en el centenario de la Revolución Bolchevique, el uso de definiciones ideológicas vaciadas de contenido, como una marca, eslogan o moda. Es imprescindible, en relación dialéctica al cambio organizativo y de rumbo estratégico del Partido, una profunda revisión ideológica en el seno del mismo, que nos dote como colectivo de la herramienta imprescindible de un partido comunista: el marxismo-leninismo.
En definitiva, estamos firmemente convencidos de que debemos acelerar el cambio de paradigma para pasar de un partido electoralista a un partido de lucha, de un partido dependiente de las instituciones burguesas a un partido económicamente independiente, de un partido estructurado a imagen y semejanza de las asambleas territoriales de IU a un partido inmerso en el conflicto social; un partido que tendrá que recuperar plenamente las competencias políticas y organizativas que le son propias, dejando de delegar en Izquierda Unida su trabajo. Necesitamos un partido fuerte y cohesionado en lo ideológico, y que organice la unidad popular que acabará haciendo triunfar la revolución democrática, porque será esa la única manera de hacer que nuestra clase avance en esta lucha titánica.
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