Artículo de Miguel A. Bustamante. Tercera Información |
A pesar de que el título de este artículo parezca una evidencia, abordar
la lucha feminista sigue siendo todavía una cuestión pendiente y a
desarrollar por la militancia de nuestro partido. Y aunque esto no
signifique necesariamente que todos tengamos que estar volcados en esa
tarea, si que es absolutamente necesario que haya una posición política
clara en lo referente al feminismo. Y es que en la postura feminista del
partido -como en tantas otras cuestiones-, se reabren continuamente
debates cerrados congreso tras congreso, además de que las camaradas se
encuentran en situación de doble tarea militante, porque el partido
desgraciadamente no es capaz de integrar teoría y práctica en una
organización donde, como en todas, conviven mujeres y hombres. No
obstante, considero que la lucha feminista no es exclusiva de las
mujeres. Sería deseable la participación de más hombres en este frente.
Podría ser fácil achacar todos estos males a un mero problema de
dirección política, pero lo cierto es que el asunto es algo más
complejo. Ha habido en el movimiento socialista revolucionario grandes
teóricas, que aunque no se denominara feminista, jugaron un gran papel
en el movimiento de liberación de las mujeres como Alexandra Kollontai,
Rosa Luxemburgo, Flora Tristán, Silvia Pankhurst... Sin obviar el hilo
el de la historia que conecta las luchas por la liberación femenina,
podemos considerar que el feminismo moderno es un movimiento de
liberación derivado de los movimientos de los años sesenta, con
características propias y distintas teorías que se contraponen y
complementan. Cada una de ellas tiene su propia visión de la realidad, y
por eso no podemos caer en las redes de aquellas propuestas que no
apuestan por la emancipación total de la mujer, y que se limitan a
ejercer presión en un ámbito de derechos civiles, que si bien es
necesario, puede acabar estabilizando al sistema dotándolo de mecanismos
de “maquillaje”.
Aunque ciertamente es muy positivo que el PCE haya hecho suyos muchos
de los elementos de la lucha feminista, la realidad es que también
hemos ido perdiendo progresivamente la visión de un análisis propio como
comunistas de cómo la división sexual del trabajo ha ido cambiando
adaptándose a las necesidades del capitalismo en cada una de sus fases.
Está bien que se debata, se analice, se reflexione sobre el tema y sobre
temas concretos: la prostitución, la maternidad subrogada,la violencia
machista, la desigualdad salarial,… Son todos elementos que perpetúan el
patriarcado. Sin embargo, urge tener una visión de conjunto desde una
perspectiva de clase, para que podamos desarrollar nuestro trabajo en el
frente feminista con garantías. El proceso constituyente, además de
garantizar el Pan, trabajo y techo, debe contener los elementos de
superación del patriarcado.
Así en cualquier curso de formación feminista “formal”, la ponencia
acierta generalmente al explicar que el patriarcado es uno de los
métodos de dominación más antiguos que existen en la humanidad. Y aunque
efectivamente es así, no suele analizarse que el patriarcado ha sido un
sistema creado para proteger y mantener la acumulación de excedente,
por lo que en sistemas anteriores al capitalismo era sólo aplicado a
aquellas que estaban vinculadas al excedente, o sea, a quien tenía algo
que acumular, no siendo aplicable a todas las mujeres.
Con el inicio y posterior desarrollo del capitalismo, el patriarcado
tornó el papel de garante de acumulador a través del varón, reinventando
un sistema de dominación que garantizó al capitalismo la reproducción
de la mano de obra, y haciendo así que el patriarcado incumbiese a todas
las mujeres. Unas a través de la ley y otras a través de la
superestructura, las mujeres pasaron a formar parte imprescindible del
sistema de explotación, que teniendo como herramienta al patriarcado, se
encarga por un lado de garantizar la aplicación de la “ley de bronce
del salario”, y por otro de la obtención de plusvalía indirecta extraída
de todos aquellos trabajos de los que el estado no se ocupa para la
producción y manutención de la fuerza de trabajo. La propia palabra
proletariado (que significa muchos hijos) sirve para definir a una
clase, y supone de facto que es éste el elemento específico que
distingue un sistema de producción de otro.
En esta fase del capitalismo en la que la ilusión socialdemócrata se
ha evaporado, las mujeres tienen que volver a asumir el papel que el
Estado ya no cumple. La “vuelta al hogar” forzosa, ha desatado el falso
debate de separar los términos de reproducción y cuidados, cuando en
realidad ambos conceptos en la división sexual del trabajo son
complementarios, resolviéndolo en lo que se ha venido a denominar
“segmentación”, que parcializa los efectos del patriarcado en los
distintos “segmentos sociales” desde la óptica de una aplicación
vertical.
A falta de una ubicación correcta entre contradicciones principales y
secundarias, difícilmente se podrán extraer conclusiones prácticas que
sirvan para construir herramientas de intervención útiles. Pero la
realidad ahoga. El universo de mujeres que sufren la violencia machista
desde todos sus prismas es muy grande, y sirve muy poco definir
constantemente la composición del agua mientras ellas se están ahogando.
La intervención, aunque efectivamente debe partir de un análisis, este
deber holístico, dentro de un contexto y cuyas conclusiones prácticas
abarquen a la vez todos los aspectos y nos permitan transcender aquellos
espacios segregados cuyos debates ignoran en la práctica, qué
herramientas de lucha son necesarias en este momento.
La apuesta por la ruptura democrática y el proceso de unidad popular
es más que necesaria. La unidad popular es el reflejo de la acumulación
de fuerzas para cambiar el sistema a partir de la movilización. El
pasado 8 de marzo miles de personas salimos a la calle en defensa del
derecho de las mujeres a condiciones de vida digna. La revolución será
feminista o no será. Un abrazo comunista y feminista.
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