lunes, 19 de agosto de 2013

Partido Comunista de Egipto: Hermanos Musulmanes es una organización fascista. Para entender lo que pasa en Egipto

ENTREVISTA CON EL CAMARADA SALAH ADLI, SECRETARIO GENERAL DEL PARTIDO COMUNISTA EGIPCIO, POR NAMEH MARDOM, ÓRGANO DE PRENSA DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA (TUDEH) DE IRÁN.  
10 de julio de 2013
Salah-Adli-PC-EgiptoSalah Adly: Quisiera en primer lugar expresar mi saludo al Partido Tudeh de Irán y desearle éxito en su lucha. También me gustaría agradecer al periódico Nameh Mardom por la oportunidad de aclarar los grandes acontecimientos históricos que están teniendo lugar en Egipto.


Nameh Mardom: En las recientes declaraciones del Partido Comunista de Egipto (el 03 de julio), Uds. se refirieron al hecho de que el movimiento de protestas de masas incluye a diversos estratos y clases. ¿Cómo se han movilizado esas clases y capas de la sociedad egipcia en la segunda ola de la Revolución del 30 de junio?
SA: Desde el estallido de la revolución de 25 de enero de 2011, los movimientos de protesta no han disminuido, y las demostraciones de millones de personas no se han detenido, es decir, el estado revolucionario de las masas se ha mantenido allí, perdiendo fuerza a veces y estallando en otras ocasiones. Las protestas y huelgas de los trabajadores también se intensificaron. Tras el éxito de Morsi y los Hermanos Musulmanes en tomar el poder, las masas descubrieron su naturaleza autoritaria, su carácter fascista, su favoritismo por los intereses de los sectores más reaccionarios y parásitos del capitalismo, y su incapacidad para dirigir un estado del tamaño de Egipto. Además, su traición a los intereses de la patria y su disposición para actuar como el principal agente para mantener los intereses de los EE.UU. e Israel en la región quedaron en evidencia. Negociaron la tregua en Gaza y le dieron a Estados Unidos e Israel lo que ni siquiera el régimen títere de Mubarak les había dado. Su proyecto oscurantista y sectario, que es hostil a la democracia, la ciencia, la cultura y la tolerancia, se hizo muy evidente. Más importante aún, las masas descubrieron la falsedad de su uso de consignas religiosas para disfrazar sus planes en servicio al proyecto imperialista del Gran Medio Oriente Medio y el “caos creativo”.

Por lo tanto, el número de protestas sociales (huelgas, sentadas, concentraciones y piquetes de protesta) llegó a 7400 -según admite el propio Mohamed Morsi- durante el pasado año. La tasa de desempleo alcanzó el 32%, la mayoría de los desempleados con niveles altos y medios de capacitación profesional. La deuda externa pasó de 34 a 45 mil millones de dólares. La deuda interna se incrementó en 365 mil millones de libras egipcias durante el reinado de Morsi de un año. La proporción de personas que viven por debajo del umbral de pobreza aumentó a más del 50% de la población. En resumen, la mayoría de las capas y clases de la sociedad y sus fuerzas políticas liberales, nacionalistas y de izquierda, así como movimientos de jóvenes, en su mayoría de orientación de izquierda y nacionalista, más las principales instituciones del Estado, especialmente el ejército, el poder judicial, los medios de comunicación y la policía, sintieron que hay un grave peligro como consecuencia de la permanencia en el poder de los Hermanos Musulmanes, debido a su intenso esfuerzo por monopolizar el poder y excluir a todo el que no esté con ellos, además de sus aliados entre los grupos terroristas que usan la religión como una cubierta.

Incluso amplios sectores de la burguesía egipcia media y grande en los sectores del turismo, la industria, el comercio, la agricultura y la construcción se sintieron muy asustados por sus intereses, como resultado de la continuación del gobierno de los Hermanos Musulmanes, que fue creando una atmósfera de caos, inseguridad e inestabilidad.

El Movimiento “Tamarud” (Rebelión) logró recolectar más de 22 millones de firmas para la retirada de la confianza en Morsi y en apoyo de la convocatoria a elecciones presidenciales adelantadas. Todos los partidos, sindicatos y organizaciones participaron en la recolección de firmas, y la campaña se extendió en las calles, ciudades, en las fábricas, escuelas y universidades, y en aldeas en todas las provincias de Egipto. La gran importancia de esta campaña es que fue capaz de involucrar activamente a los ciudadanos egipcios en el movimiento revolucionario para derrocar el gobierno de la Hermandad Musulmana. También restauró el carácter pacífico y democrático de la acción revolucionaria, y formó la base para la des-sacralizar la falsa legitimidad de las urnas electorales como el único criterio de legitimidad en el sistema democrático. La convocatoria para la recolección de firmas fue acompañada por llamados a demostraciones en todas las plazas principales de Egipto el 30 de junio como muestra de la credibilidad de esta campaña y base fundamental de la legitimidad revolucionaria de las masas para derrocar a este régimen fascista y vencer su proyecto de estado religioso.

La respuesta de las masas populares egipcias fue grande, y se lograron las mayores concentraciones de la historia de Egipto, e incluso en la historia del mundo. Esto fue constatado por el índice de “Google Earth”. Más de 27 millones de personas protestaron simultáneamente en todas las provincias de Egipto, en representación de diversas clases y capas de la sociedad egipcia, frente a las concentraciones de la Hermandad Musulmana y sus aliados que no excedieron de 200 mil manifestantes en una pequeña plaza in Cairo. Por lo tanto, el pueblo egipcio estaba de un lado y los Hermanos Musulmanes se quedaron con sus aliados del otro lado, aislados. Esta es la realidad sobre la que debe basarse cualquier evaluación de la situación o cualquier análisis político.

Creemos que lo que pasó el 30 de junio es una segunda ola de la revolución egipcia más fuerte y más profunda que la primera ola de 2011. Se ha llevado a cabo para corregir la trayectoria de la revolución y quitársela a la extrema derecha religiosa que ha conspirado para robarse la revolución y “cabalgar sobre su ola” para servir a sus objetivos fascistas y reaccionarios y los planes del imperialismo mundial.

NM: ¿Cuál es el nivel de participación de la clase obrera y los trabajadores en estas protestas? ¿Por qué los trabajadores participan en la batalla contra el “Islam político” y por los derechos democráticos?
SA: Las consignas básicas de la revolución de enero fueron: pan – libertad – justicia social – dignidad humana. Es un eslabón esencial de la revolución democrática nacional y vino luego de una larga etapa histórica que se había iniciado a mediados de los años setenta del siglo pasado, con el dominio del gran capitalismo dependiente y un ciclo completo de regresión, atraso y tiranía. Durante ese período, las fuerzas reaccionarias, en alianza con el imperialismo mundial y la reacción árabe, lograron fortalecer un clima que permitió que la corriente del Islam político – en especial los Hermanos Musulmanes – se extendieran y crecieran. Las fuerzas de la izquierda se debilitaron, los trabajadores fueron desplazados y las grandes industrias fueron liquidadas  lo que asestó un golpe a cualquier posibilidad de lograr un desarrollo integral.

De hecho, los trabajadores han participado en la mayor parte de las protestas que se han intensificado desde 2006 y participan en todas las manifestaciones populares como parte del pueblo y no como clase organizada. Esto se debe a la ausencia de organizaciones sindicales fuertes y federaciones, a causa de la larga herencia de una tiranía y la represión del gobierno para controlar las federaciones y sindicatos. También se debe a los grandes cambios que tuvieron lugar durante el período pasado en la correlación de clases y la naturaleza de la composición de la clase obrera en los distintos sectores. En las pequeñas y medianas industrias controladas por el sector privado a los trabajadores se les impidió la formación de sindicatos. La clase obrera no surgió de un modo claro como clase en la revolución. Como resultado de la falta de unidad efectiva entre las fuerzas de la izquierda y su debilidad en la etapa anterior, por muchas razones que no hay espacio aquí para mencionar, el movimiento obrero no actuó de una manera eficaz e influyente en consonancia con el tamaño de su participación y sus grandes sacrificios en la revolución.

Es importante aclarar que los trabajadores del sector público han descubierto que las prácticas y actitudes de los Hermanos Musulmanes no se diferencian de las orientaciones del régimen de Mubarak, incluso eran peores. La Hermandad Musulmana puso en práctica las mismas políticas sobre la continuación del programa de privatización y de la liberalización de precios, y no aumentó el salario mínimo a pesar de que fue uno de los primeros reclamos de la revolución. Incluso se redujeron los impuestos a los empresarios, continuaron con la privatización de los servicios y se negaron a aplicar el programa de seguro de salud. Insistieron en la venta e hipoteca de los activos de Egipto y sus instituciones a través del proyecto de “bonos islámicos”, que se apresuraron a aprobar en el Consejo de la Shura (la cámara alta del parlamento) controlado por la Hermandad Musulmana. Lo más peligroso fue su negativa a aprobar la ley para garantizar la libertad de formar sindicatos, que habían acordado con todas las fuerzas políticas y las corrientes sindicales antes de la revolución, y reemplazaron con sus propios hombres a la gente de Mubarak que había quedado al frente de la Unión General de Trabajadores Egipcios controlada por el gobierno. Esta es la base social y democrática por la que la clase obrera se inclinó a favor de la revolución contra el dominio de los Hermanos Musulmanes y las fuerzas del Islam político, además de las otras razones que hemos mencionado antes.

Cualquiera que se imagine que los trabajadores sólo se rebelan por cuestiones partidistas o razones económicas se equivoca. Los trabajadores están muy conscientes de los peligros del proyecto de la derecha extremista religiosa y sus prácticas de derecha y fascistas en los campos democrático, político, económico, social y nacional.

NM: En sus declaraciones, el PC de Egipto caracteriza a los actuales acontecimientos como una revolución. ¿Cuáles son la naturaleza, las tareas y necesidades urgentes de esta revolución?
SA: Sí, lo que está sucediendo ahora es una revolución. Para ser precisos, es la segunda gran ola de la revolución de enero 2011, ya que su primera ola fue abortada debido a que fue robada por la Hermandad Musulmana pese a que esa organización no participó en prepararla, convocarla ni hacerla. Es una revolución democrática con una orientación social y patriótica clara. Está en desarrollo, y amplias capas sociales y diversas fuerzas políticas (liberales, nacionalistas y de izquierda) participan en ella. Con la continuación de la marea revolucionaria, la verdad acerca de las distintas posiciones se ha vuelto más clara, y las orientaciones de cada una de estas fuerzas y su voluntad de continuar por el camino de la revolución se están revelando.

Las primeras tareas democráticas de la revolución son promulgar una nueva constitución civil y democrática que haga hincapié en los derechos humanos, los derechos de la mujer y los derechos sociales y económicos para las clases trabajadoras, y que no niegue el derecho del pueblo a elegir su sistema político y económico en el futuro de acuerdo con la correlación de fuerzas. Por lo tanto, la tarea de derrocar la actual constitución sectaria, reaccionaria y distorsionada (impuesta por la Hermandad Musulmana), y no sólo modificarla o enmendarla, es una tarea fundamental para las fuerzas democráticas y progresistas en el momento actual.

Una de las tareas de la revolución democrática es también la libertad para formar sindicatos, partidos políticos y asociaciones sin intervención del gobierno; el rechazo a la formación de partidos políticos de base religiosa y sectaria; la igualdad plena entre hombres y mujeres en términos de derechos y deberes; y la igualdad ante la ley y la criminalización de todas las formas de discriminación religiosa o de otro tipo.

Entre las tareas sociales está formular un plan para el desarrollo social independiente e integral, sobre la base del fomento de los sectores productivos, con la necesidad de una distribución equitativa de la riqueza y los productos del desarrollo en beneficio de los pobres y los explotados, y la satisfacción de las necesidades sociales urgentes. Prioridades supremas entre estas demandas son: establecer mínimos y máximos salariales, y su vinculación a los precios; la cancelación de las deudas de los pequeños campesinos; la redistribución de las partidas presupuestarias para incrementar el gasto en salud y educación; la provisión de viviendas para personas de bajos ingresos; aumentar los impuestos a los ricos; recuperar la posesión de las empresas del sector público que fueron saqueadas; y la lucha contra la corrupción.

Las tareas nacionales son: oponerse a la dependencia de los Estados Unidos; negarse a sucumbir a la hegemonía sionista; enmendar el acuerdo de Camp David; restaurar el papel nacional de Egipto en los niveles árabe, africano, regional e internacional; y profundizar la relación con los pueblos y países del Tercer Mundo.

Nameh Mardom: ¿Los acontecimientos actuales en Egipto significan un rechazo del “Islam político” o sólo el rechazo de la Hermandad Musulmana por el pueblo egipcio?
Salah Adly: Los Hermanos Musulmanes son la organización más eficaz e influyente entre las fuerzas del Islam político. El resto de organizaciones, como los grupos salafistas y yihadistas, fueron aliados de la Hermandad Musulmana y salieron con ellos en su última batalla a defender su régimen, porque saben que su derrota significaría una derrota importante para el proyecto islamista sectario que es apoyado por el gobierno de EE.UU. como una alternativa a los regímenes autoritarios que se derrumban. Sólo el partido salafista al-Nour fue excluido de esa alianza en la última batalla por motivos relacionados con su asociación con Arabia Saudita, aunque estamos conscientes de que es también un partido reaccionario y sectario hostil a los derechos humanos y los derechos de las mujeres y las minorías, incluidas las otras sectas islámicas. Esto se hizo evidente en su incitación al asesinato de chiítas cuyos cuerpos fueron arrastrados por las calles en la masacre horrible que tuvo lugar en un pueblo el mes pasado.

Creemos que la batalla no ha terminado y es necesario que haya una lucha cultural, política, y social para aplastar su resistencia y cambiar el clima general que ha dominado por décadas.
Pero nos gustaría llamar la atención sobre el hecho de que lo que está sucediendo en Egipto ya no es sólo una confrontación entre los Hermanos Musulmanes y sus aliados de la derecha religiosa, contra las instituciones de seguridad del Estado. De hecho, ahora están enfrentando al pueblo egipcio de todas las sectas y corrientes, así como a todas las instituciones del Estado, incluido el poder judicial, los medios de comunicación y la cultura. En los barrios y pueblos, los Hermanos Musulmanes se enfrentan ahora a las masas del pueblo egipcio, ya que sin duda han perdido el apoyo de amplios sectores de la población durante los últimos dos años. Sin embargo, el ejército y las fuerzas de seguridad tendrán un papel importante en el enfrentamiento contra sus milicias terroristas armadas.
En resumen, vemos que lo que ha ocurrido es una gran derrota para el proyecto de la derecha religiosa en general, y no sólo para el proyecto de los Hermanos Musulmanes. Esto tendrá importantes repercusiones en la región en el próximo período.

NM: ¿Cuál es su opinión sobre los argumentos que afirman que la destitución de Morsi es antidemocrática porque él había sido fue elegido legalmente de acuerdo con la nueva Constitución que fue ratificada en referéndum? ¿Fue Morsi derrocado por el ejército egipcio?
SA: Los que han derrocado a Morsi son los más de 22 millones de ciudadanos del pueblo egipcio que firmaron un documento con sus nombres, números de identificación [cédula de identidad] y nombre de su provincia, escrito en persona y a mano, en lugar de en Internet, en un referéndum sin precedentes que culminó en la “gran movilización” en las principales plazas por más de 27 millones de manifestantes el 30 de junio, que se mantuvo por cuatro días consecutivos. Fue Morsi quien derrocó la legitimidad cuando emitió su declaración constitucional dictatorial en noviembre de 2011.

Fue Morsi quien devastó los derechos humanos cuando sus partidarios terroristas sitiaron el Tribunal Constitucional, cuando sus milicias torturaron a manifestantes delante del Palacio al-Ittihadyah [el palacio presidencial], como se demostró en las investigaciones llevadas a cabo por la Fiscalía Pública, y cuando sus hombres mataron a manifestantes frente a la sede del Partido Libertad y Justicia (brazo político de los Hermanos Musulmanes), de conformidad con las órdenes explícitas del líder del grupo y su adjunto, como los asesinos confesaron ante el fiscal. Fue Morsi quien renegó de las promesas que había anunciado el día en que consiguió enmendar la Constitución y formar un gobierno de coalición. Él y su grupo insistieron en someter el país a las condiciones del Fondo Monetario Internacional, y también declararon la Jihad contra Siria en una conferencia de las fuerzas yihadistas terroristas sin consultar al ejército y el Consejo de Defensa Nacional.

Por lo tanto, todos los partidos políticos y fuerzas, y hasta el partido salafista al-Nour, que abandonó la nave de Morsi antes de que se hundiera, han apoyado el llamado a elecciones presidenciales anticipadas. Este llamado no es un golpe de estado contra la democracia, sino que emana del corazón de la democracia popular cuando cualquier presidente traiciona sus promesas al pueblo y su programa sobre la base del cual había sido elegido.

Limitar la causa de la democracia sólo a la “urna electoral” es una traición total de la esencia de la democracia, y una negación explícita del derecho de los pueblos a rebelarse contra sus gobernantes autocráticos y los regímenes fascistas que utilizan la religión para ocultar su naturaleza reaccionaria y su orientación capitalista de derecha.

La defensa de Morsi por los Estados Unidos y los estados capitalistas occidentales y se presentación de la situación como un “golpe militar” contra la “legitimidad constitucional” es una posición formal que esconde el hecho de que el imperialismo mundial está aterrorizado por las revoluciones de los pueblos y su capacidad de transcender los estrechos límites de la burguesía democrática, que representa, en esencia, la forma óptima para satisfacer los intereses de los grandes empresarios y los monopolios y sus agentes locales, en el control del destino de los pueblos de los países del Tercer Mundo.

Lo que ha sucedido no es un golpe de Estado militar de ninguna manera, sino un golpe revolucionario por el pueblo egipcio para deshacerse de este régimen fascista. Lo que el ejército hizo es llevar a cabo la voluntad del pueblo y protegerlo de los planes de la Hermandad Musulmana y sus aliados terroristas armados que quieren encender la lucha sectaria y las guerras civiles, dividir al ejército egipcio y destruir las instituciones del Estado egipcio para servir a los intereses del imperialismo y el sionismo en la región.

¿Qué clase de golpe de estado es este en que decenas de millones de personas están en la calle apoyándolo? ¿Qué clase de golpe de estado es cuando el jefe de la Corte Constitucional ya ha asumido el poder, como había sido exigido por el Frente de Salvación, que incluye a todas las fuerzas de la oposición con sus diferentes orientaciones y el movimiento juvenil “Tamarud” (Rebelión), y ha recibido el apoyo de las masas del pueblo egipcio? ¿Qué clase de golpe de Estado es cuando ya se ha formado un gobierno integrado por civiles calificados nacionales, y que tiene plenos poderes durante un período transitorio no superior a un año que terminará con la promulgación de una constitución civil democrática y las elecciones presidenciales y parlamentarias que todo el mundo desea? ¿Qué clase de golpe de estado es que permite el derecho a la protesta pacífica, incluso por parte de sus oponentes, y no impone un estado de emergencia? La declaración de Al-Sisi, el comandante del ejército egipcio, en que expuso la hoja de ruta para la fase de transición, sólo fue anunciada tras un diálogo que logró el consenso con los representantes del pueblo egipcio, entre ellos los jóvenes de “Tamarud” (Rebelión), el representante del Frente de Salvación, el jeque de al-Azhar, el Papa copto y una representante de las mujeres. Los egipcios han celebrado en las plazas principales, barrios y pueblos esta gran victoria para el pueblo egipcio y la conformidad del ejército nacional con ella.

Debemos, como lo enseña el marxismo, proceder a partir de la realidad concreta y no limitar nuestra visión con ideas rígidas predeterminadas y fórmulas preparadas. ¿No es notable que los medios de comunicación occidentales hacen la vista gorda ante todo esto, se niegan a ver la realidad e insisten en que lo que está ocurriendo es un golpe militar?

Sin embargo, estamos conscientes de la necesidad de estar alerta y prestar atención durante la próxima fase para garantizar que el papel de los militares en esta etapa se limite a la protección de las personas y la seguridad nacional de Egipto, y cumpla con sus promesas de no interferir directamente en los asuntos políticos. Para ello se necesita que el pueblo permanezca en las plazas para garantizar el cumplimiento de sus demandas en la fase de transición.

Fuente PRENSA POPULAR

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