martes, 19 de abril de 2016

¿Por qué no cesa la guerra en Ucrania?

De manera totalmente independiente al frente con Lugansk y Donetsk, surgen formas de resistencia en otras regiones, como la marcha antifascista que reunió a 10.000 personas en Odesa el 10 de abril.

 Eloy Fontán

Conflicto bloqueado, pero activo. Ayer se escucharon fuertes combates en las afueras de Donetsk, Yasinovata sigue siendo el punto más caliente. Las fuerzas ucranianas mantienen la presión con bombardeos constantes, mientras las repúblicas independientes engrasan los tanques llevando a cabo las maniobras militares más extensas hasta el momento.

El grupo “Privat”, de Igor Kolomoisky y Gennady Bogoliubov, obtuvo el monopolio del abastecimiento de gasoil al ejército por concurso público, al cual sólo se presentó “Privat”. Su grupo mediático “1+1” publicó esto como un regalo de Kolomisky al ejército. También “regaló”, según las milicias, equipamiento de seguridad, como chalecos antibalas, de pésima calidad, que adquirió barato y vendió caro al estado.

Kolomoisky fue nombrado gobernador de Dnepropetrovsk y organizó 4 grupos paramilitares para combatir a los rebeldes, que fueron “integrados” en las fuerzas del ministerio del interior. Estos cuerpos presumen de estar mejor equipados que la policía, a la cual miran por encima del hombro, “¿quien va voluntario a la policía?”, afirma Gennady Korban, secretario de Kolomoisky. En teoría sus miembros cobran más de 1200 $ al mes, en un país en el que el sueldo medio apenas supera los 270. También presumen de ser más duros que las fuerzas del orden: recibieron la orden de quemar los edificios oficiales donde se atrincheraran fuerzas hostiles al gobierno. “Cuando empezaron a caer nuestros hombres, empezamos a tomar medidas más duras allá, donde se atrincheraban los separatistas”, dice Korban, respecto a los sucesos de Mariupol, donde murieron varios defensores de la ciudad entre policías, milicianos y manifestantes y dos paramilitares, el 9 de mayo de 2014, durante la celebración del día de la Victoria. Respecto a la masacre de Odesa, donde el 2 de mayo fueron quemados vivos oficialmente unos 50 manifestantes prorrusos, Korban es más discreto: “ahora allí reina el orden”. El puerto de Odesa es la vía de exportación metalúrgica de Kolomoisky.
Igor creó así un tercer polo de poder en Ucrania, junto al de Kiev y el territorio rebelde, apoyándose en otros oligarcas de casta inferior, como Sergey Taruta. Se adjudicó la administración de las regiones lindantes con los rebeldes y se hizo con refinerías de coopropiedad rusa, a cuyos gastos de expropiación se expone el estado ucraniano. Anhelaba el control de la extracción, transporte y refinado de petróleo, que hizo efectivo a través de las empresas coestatales Ukranaf y Ukrtransnaft,
de las cuales poseía un 42% de las acciones. Cuando el gobierno de Kiev por decreto ley redujo la cuota de votos para tomar decisiones del 60% al 50% en las juntas directivas, Igor perdió el control de las compañías, que de facto utilizaba para bloquear sistemáticamente el envío de dividendos al estado.

Kolomoisky entró en conflicto abierto con Kiev, llegando a bloquear los edificios de las compañías disputadas con sus tropas. Al final estas recularon ante la amenaza de la Guardia Nacional e Igor fue destituido de sus cargos políticos. Aunque el oligarca fue en parte neutralizado, sigue abasteciendo al ejército y ganando dinero con la guerra.

Si todo esto no bastara para incluir a Kolomoisky en la lista de sancionados de la Unión Europea, se puede recurrir a su homofobia. Igor se refiere al líder del Partido Radical Oleg Liashko como “maricón guerrero”, a través de su ejército mediático y para toda Ucrania. Oleg Liashko goza de un pasado truculento en lo que se refiere a política, sexo y a su mezcla. Él mismo reconoce haber tomado parte pasiva en relaciones homosexuales a cambio de favores políticos. En Turquía lo buscan por pederasta. Pasó de no tener nada a defender los intereses de unos y otros oligarcas en política, creando su partido y su grupo paramilitar para detener políticos separatistas, entrar así en las listas de Amnistía Internacional y darle un toque esperpéntico extra a todo esto.

La Unión Europea, apoyada en la visión unilateral del conflicto, elude considerar estos hechos para exigir a las autoridades de Kiev poner fin a la guerra. Eso enriquece la sospecha de que la decisión de azuzar el conflicto, y por tanto la causa de su continuidad, no fue interna, sino externa: a principios de abril de 2014, el presidente en funciones Turchinov ofreció algunas concesiones a los rebeldes para desactivar el conflicto. El 14 de ese mes, el director de la CIA, John Brennan, se reunió en secreto con el gobierno en funciones de Kiev. Acto seguido Turchinov anunció la “Operación AntiTerrorista” y que “el suelo arderá bajo los pies de los separatistas”. Después vino el “¡por cada soldado ucraniano abatido mataremos decenas no, cientos de separatistas!” de Poroshenko y la puesta en escena de la guerra por Andrey Lissenko: “nuestros soldados han entrado en las calles de Lugansk en pequeños grupos, que destruyen la artillería del enemigo” y otros despropósitos a la americana.

Organizaciones imperialistas llevan años abonando el potencial étnico del conflicto ucraniano. Tras la reforma de educación aprobada por Viktor Yushchenko hace casi 10 años, algunos maestro dejaron de trabajar por motivos de conciencia: “yo no quise aplicar ese programa y dejé la educación”, me cuenta una mujer que sobrevive vendiendo libros en Donetsk, en alusión a como se cuenta la historia después de la reforma de educación. “EE.UU ha invertido cerca de 5.000 millones de dólares desde 1991...” afirmo la secretaria de estado adjunta Victoria Nuland.

La ONU cifra en 9000 las bajas de la guerra, pero las muertes solo entre los militares ucranianos se estiman en 20.000. Ucrania mantienen la guerra gracias a una propaganda eficaz y a un severo sistema represivo: detenciones por “desacreditar al ejército” y administradores de internet como “Antimaidan” y “Sector de Izquierdas” cerrados. El anticomunismo y la rusofobia se cultivan como el chivo expiatorio de todos los males de Ucrania, y su doctrina se aplica oficialmente y de forma pasiva, dejando a organizaciones filofascistas imponer su orden en las calles. Muchos disidentes han emigrado a Rusia, otros han pasado a la clandestinidad, en un momento en el que el gobierno es cuestionado por su nula capacidad en la lucha contra la corrupción y el deterioro de las condiciones de vida. El no de Holanda al tratado de asociación entre Ucrania y la UE y la intención del FMI de aplicar programas de ajustes estimulan el descontento. La protesta social se percibe cercana, sobre todo en las zonas donde los grupos paramilitares imponen una política de secuestros y extorsión a la población rusa. De manera totalmente independiente al frente con Lugansk y Donetsk, surgen formas de resistencia en otras regiones, como la marcha antifascista que reunió a 10.000 personas en Odesa el 10 de abril.

Encontrar una salida civilizada a esta situación o extender la guerra civil a toda Ucrania depende en gran parte de la UE y EE.UU.

Especialmente se evita publicar datos de represaliados y grupos clandestinos por la seguridad de los mismos.

Donetsk, 17 de abril

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